lunes, 14 de julio de 2025

Gaza: el hambre entre las ruinas

Hubo momentos en que parecía posible que dos pueblos, como el israelí y el palestino, pudiesen convivir con un mínimo de civilidad y de seguridad. Estuvo cerca de conseguirse. Ahora parecen cosas lejanas, lejanísimas incluso.

La Franja de Gaza ya no existe. No existen las casas ni los mercados. No existen los hospitales ni las escuelas. No existen las carreteras ni los puentes. Sólo escombros sobre escombros. Ciudades y aldeas trituradas por la furia del ejército israelí, con Netanyahu a su cabeza, el apoyo incondicional de Estados Unidos, el desentendimiento de Europa, el abandono de los países árabes y la indiferencia del resto del mundo.

Ahora sólo quedan los escombros. Y el hambre. Y los disparos contra  los gazatíes desesperados que buscan algo que llevarse a la boca cuando un camión de víveres pasa cerca. ¡Y que imploran con sus cacerolas vacías a un cielo que parece haberlos olvidado!

Mikel Ayestaran hubiera querido estar ahí, para contar, como periodista, lo que allí sucede, pero no le ha sido posible, porque los periodistas no pueden entrar. Y cuando los periodistas no pueden entrar difícilmente podemos enterarnos de las víctimas concretas con sus nombres, sus rostros y sus historias personales. El continuo goteo de muertos desde que empezó el ataque a Gaza es un goteo de números, sólo números, diez, veinte, cuarenta. Mikel Ayestaran conoce bien la zona y ha escrito mucho al respecto. En una entrevista reciente declaraba: “La palabra “guerra” no define lo que pasa en Gaza. ¿Cuál es esa palabra? No lo sé, me quedo sin ellas. Pero una guerra no es, no hay un ejército enfrentándose a otro ejército. Gaza es un lugar que antes ya estaba cercado, ahora está totalmente cercado y tenemos un superejército que… Yo ya no sé qué está bombardeando, bombardea sobre lo bombardeado”.

La matanza de 1200 personas y el secuestro de otras 250, a manos del grupo terrorista Hamás (7 de octubre de 2023), ofreció la excusa perfecta a Netanyahu para lanzar su ofensiva total contra los terroristas, pero también contra la población civil, contra sus casas, sus tierras, sus animales y sus pertenencias.

Ya no queda piedra sobre piedra en esa franja. La última fase de esta sinrazón y de esta impiedad es conseguir una victoria total y definitiva rindiendo a la población por hambre, obligando a Palestina a la capitulación e imponiendo el control militar israelí en todo ese territorio.

Los camiones cargados de víveres son detenidos en la frontera, mientras que los niños lloran de hambre. Los pocos camiones a los que se permite el acceso, se las ven y se las desean para distribuir los alimentos en medio de la balacera y de todo tipo de obstáculos por parte del ejército de Israel. Muchas panaderías y más de un centenar de comedores, gestionados por asociaciones humanitarias, y que proporcionaban pan y un plato de comida diaria, han tenido que cerrar por falta de harina y otros alimentos. En Gaza se han llegado a pagar 500 dólares por un saco de 25 kilos de harina.

De nada valen las súplicas de la ONU o del Vaticano. De nada sirven los lloriqueos de las autoridades de tantos países que con la boca pequeña dicen sentirse avergonzados. De nada sirven las resoluciones internacionales que deben aplicarse en tiempos de guerra con los enemigos. León XIV ha dicho una frase muy elocuente: “Matar de hambre a la población es una forma muy barata de hacer la guerra”.

Palestina pudo ser otra cosa. Estuvo a punto de serlo. Luego, el grupo terrorista de Hamás se hizo con las elecciones, con las armas, fanatizó al pueblo y empezó a tomar decisiones verdaderamente nefastas. Palestina no sólo tiene un enemigo en Israel, lo tiene también en Hamás. Tal vez por todo ello, Palestina es un pueblo sin amigos. Palestina es un territorio indeseable para sus propios vecinos, para los países árabes que deberían compartir con ella un destino común de fe, lengua e ideales.

Pero condenar el terrorismo de Hamás no puede justificar en ningún caso esta hambruna deliberada y planificada”, como ha declarado un responsable de la Ong Oxfam. ¿Son acaso los ciudadanos corrientes y molientes de Gaza culpables de las decisiones de unos gobernantes fanáticos o corruptos? Cuando se identifica a los ciudadanos con los que tienen el poder y las armas, se llega a estas situaciones inhumanas. Un niño, un anciano, una mujer que tienen hambre no pueden ser castigados por crímenes de los que no son autores. Por esa misma razón, me niego a identificar a los ciudadanos israelíes con la práctica genocida del Gobierno de Netanyahu.

¿Dónde están los justos de Israel de los que se habla a menudo en los Salmos o en el Libro de la Sabiduría? ¿Dónde están las mujeres y hombres judíos justos que deberían llevar en su corazón la misericordia y la compasión de los patriarcas y profetas del Antiguo Testamento? ¿No les dirá nada José que perdonó a sus hermanos que lo habían vendido como esclavo y llenó los sacos de trigo para saciar su hambre en tiempo de sequía? ¿No les dirá nada David que, aunque tuvo la oportunidad de matar a Saúl que lo perseguía a muerte, no lo hizo por el temor sagrado a Dios? ¿No les dirá nada Ruth, la moabita, que no abandonó a su suegra por compasión y que junto a ella salía a espigar cada mañana de verano? ¿No les dirán nada Tobías, Zacarías y otros tantos, hombres justos que practicaron la misericordia y ayudaron a los necesitados?

Hemos pasado de la paz de los valientes, implorada por Rabin y Arafat, a la guerra de los cobardes. Parece que el objetivo de Netanyahu es hacer de Gaza un inmenso solar, sin vida y sin habitantes, y recluir a todos los gazatíes en campos de refugiados de los que luego tendría que encargarse la ONU. Los gazatíes tendrían –cruel sarcarsmo- la libertad de escoger entre la muerte o la deportación al campo de refugiados. A estas alturas, da la sensación de que estamos asistiendo a la ejecución milimétrica de un plan de destrucción total. Hacer desaparecer Gaza. Hacerla invisible. Reducirla a polvo y ceniza. Desde muchas sensibilidades e instancias se habla claramente de genocidio.

Solo cabe esperar que aún queden justos en Israel. Y que cuando pase esta “generación perversa”, ellos sean levadura, para hacer crecer la convivencia pacífica en la tierra que habitó Jesús, porque en el Salmo 1 está escrito:

Dichoso el hombre que no sigue el consejo de los impíos,

Ni entra por la senda de los pecadores,

Ni se sienta en la reunión de los cínicos

Será como un árbol plantado al borde de la acequia.

Da fruto a su tiempo y no se marchitan sus hojas.

Y cuanto emprende tiene buen fin.

Porque el Señor protege el camino de los justos.

Pero el camino de los impíos acaba mal.























1 comentario:

  1. Juan, las palabras de Jesús, a los zionistas /nazis se las traen al pairo. De hecho en Cisjordania y en la propia Jerusalén, están atacando a las comunidades cristianas. Ojala su Dios, Jehová, les envié a una Diáspora eterna por tanta falta de humanidad...

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