miércoles, 31 de enero de 2018

Palabras para Gero Lombardo.



 

A última hora de la tarde, un mensaje desde Italia me comunica el fallecimiento de Gero Lombardo, el responsable de la Missionprokura der Guanellianer en Alemannia, asociación con la que Puentes mantuvo una leal colaboración, al menos en los años en que yo fui Presidente.
Gero había estudiado con los guanelianos en Naro-Italia, iniciando con ellos un camino vocacional. Abandonaría después la Congregación, pero nunca abandonaría a sus antiguos compañeros de libros y de patio, ni tampoco a los muchos pobres acogidos en nombre de Don Guanella. Como tampoco olvidaría una historia que le contaba su padre a menudo: soldado en la segunda guerra mundial, fue hecho prisionero en India y durante meses obligado a permanecer en un campo de prisioneros, muerto de hambre y de sed. Recordaría siempre que los campesinos pobres de los poblados cercanos se acercaban a dar a los pobres prisioneros un cuenco de arroz.  Gero me contaba que a menudo su padre le decía: “Me gustaría devolver a la India algo de lo que aquellos campesinos hicieron conmigo”.
Cuando su amigo guaneliano, Domenico Saginario, impulsó la llegada de los guanelianos a India para abrir una casa, Gero Lombardo pensó que ahora podría cumplir el deseo de su padre de ayudar a los indios. A partir de ese momento,  participó con su generosidad personal, pero también animando a amigos suyos empresarios a involucrarse en este proyecto indio. El tsunami de la Navidad de 2004 que afectó a las costas de la India redobló su ayuda y acrecentó su entusiasmo misionero.
Cuando a Gero le llegó la hora de la jubilación, después de toda una vida de frenética actividad laboral, pensó en crear una asociación en Alemania para ayudar de forma más organizada a los misioneros  guanelianos. Fue entonces, cuando por consejo de Alfonso Crippa y de don Mimí, entró en contacto conmigo, para conocer cómo nos organizábamos en España con la Ongd Puentes.
En mayo de 2010, junto a su mujer Inge me visitaría en Valladolid. Pudimos poner así las bases de una colaboración para afrontar juntos diversos proyectos tanto en África como en Hispanoamérica que, por su envergadura, precisaban la participación de más de una entidad. Esta colaboración se amplió también a ASCI, en Italia.
Me llamaba frecuentemente por teléfono o me enviaba correos, hablándome de todas sus aventuras, de los proyectos nuevos, de las subvenciones concedidas, de la implicación de la Orden de San Lázaro de Jerusalén. Removió Roma con Santiago para que yo mismo fuese nombrado Caballero de esta Orden, algo que finalmente consiguió y que se materializó en una ceremonia en la Basílica de San Giuseppe al Trionfale, de Roma.
 
Gero era de una tenacidad y de una perseverancia que no conocían el desaliento. Tenía la eficiencia alemana y la pasión italiana. Podía criticar cuanto sucedía en las misiones o la falta de entusiasmo de ciertos misioneros, pero no por eso dejaba de quererlos, de mimarlos y de ayudarles. Su casa en Pforzfeim-Alemania era una ‘casa aperta’, para todo aquel que se ‘apellidase’ guaneliano.
Sus gestiones, insistentes hasta el aburrimiento, ante la Curia de la Obra Don Guanella en Roma, obtuvieron que dos sacerdotes guanelianos se trasladasen a Alemania para atender a los muchos emigrantes italianos y españoles afincados en este país, y, de paso, para continuar su tarea de buscar recursos para las misiones guanelianas en los países más pobres.
En este momento sus desvelos iban dirigidos a abrir una casa para 'buonifigli' para los hijos de emigrantes filipinos e indios que trabajan en Catar, principalmente en el sector de la construcción. Sus buenas relaciones con influyentes cataríes empezaban a allanar el camino, siempre largo y tortuoso en tierras de mayoría musulmana. Sin duda, ha sido el sueño incumplido de Gero.
Tenía mil proyectos y mil ideas, llamaba a mil puertas, enviaba decenas de mensajes, importunaba, a tiempo y a destiempo,  a unos y a otros, porque fiel a lo que aprendió de joven en Casa Guanella, no podía cruzarse de brazos mientras hubiera pobres que socorrer. Sólo la muerte le ha obligado a cruzarse de brazos.
Gero Lombardo, que se sentía y se definía como un ‘cristiano imperfecto’, parece decirnos en este momento que, a fin de cuentas, tantos ‘cristianos imperfectos’ en los entornos guanelianos y en la propia Iglesia, están, quizás sin saberlo, quizás sin ser ni comprendidos ni valorados como merecen, construyendo el Reino de Dios, donde el Pan y el Señor son ofrecidos gratis y abundantemente. Descansa en Paz, Gero Lombardo.

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