martes, 13 de marzo de 2018

El puritanismo que regresa.


 

 
    ¿Nos hemos vuelto mojigatos? ¿Nos hemos vuelto pudibundos? ¿Ahora que ya no queremos ser puros nos hemos convertido en puritanos? Digo todo esto a propósito de esa ola de mojigatería y de pudibundez que recorre el mundo. Facebook retira por unas horas la venus de Wilendorf por pornográfica. El Museo de Manchester lleva a los almacenes el cuadro de Las ninfas, de Willian Waterhouse, para crear debate en torno al cuerpo desnudo femenino. Varias ciudades se niegan a exponer una antológica de Egon Schiele en el centenario de su muerte. Presentan firmas en el Metropolitano de Nueva York para que desaparezca de la sala una pintura de Balthus.

    Recuerdo aún que la restauración de los frescos de Miguel Ángel se vivieron, a nivel mediático, con mucha intensidad, sobre todo cuando los responsables vaticanos anunciaron que los paños que velaban el sexo de varias figuras allí representadas iban a ser retirados. Y a todo el mundo le parecía lo más correcto y como un símbolo de apertura y modernidad después de aquellos tiempos oscuros de la iglesia que ordenaba velar los desnudos al pintor Daniele de Volterra, por lo que se ganó el apelativo de braghettone.
    Y ahora esta campaña de ‘puritanismo’ no está liderada por la Iglesia, que ahora ya no tiene voz de mando ni peso en el mundo, sino por un feminismo radical, puede que minoritario pero muy activo en las redes, y que está engrosando lo políticamente correcto, que es la nueva inquisición.
Su discurso es más o menos éste: la mujer no puede seguir siendo vista como una cosa. Y por lo tanto su cuerpo no puede ser un objeto para deleite de los hombres, machistas, sinvergüenzas, etcétera, etcétera. Así que nada de chicas monas en las carreras ciclistas o en Fórmula 1. Nada de azafatas bien vestidas y bien maquilladas en los stands de cualquier Feria. Nada de anuncios en los que se intuya que lo que se vende no es una colonia sino el cuerpo sedoso de la modelo.

    Y así, en esta carrera de puritanismo hipócrita y enfermizo, pasamos a lo siguiente: nada de pinturas en las que mujeres con un pecho al descubierto llamen la atención a los machitos voyeur. Nada de obras de arte en que un muslo o un pezón, o un pubis (caso de Egon Schiele) o una braguita (caso de Balthus) den una visión de un tiempo en que los hombres se solazaban en los museos con estos cuadros machistas.

Dentro de poco a la Venus del Louvre le pondrán un corsé o un pareo playero, y la maja desnuda de Goya será colocada detrás de la vestida, como esas mariquitas recortables, y como ya se hizo en otros tiempo en palacio. A este tipo de idiotez estamos llegando. Pero todos tan contentos, porque son los signos de los tiempos, los de la posmodernidad y la posverdad. Nada que decir.

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