viernes, 9 de marzo de 2018

Una vida de película quinqui


 
 
           José Luis Manzano había nacido en diciembre de 1962 en Vallecas. Y alcanzó una cierta notoriedad tras protagonizar algunas películas de Eloy de la Iglesia en los primeros años de los ochenta. La serie de El Pico, Colegas y Navajeros constituyeron las obras cinematográficas que acabaron denominándose ‘cine quinqui’. Eloy de la Iglesia narraba en estos filmes el mundo de la delincuencia y de la droga en la que muchos jóvenes del suburbio madrileño habían caído. Fue un cine muy popular en su momento.
            La vida de José Luis Manzano, corta vida si tenemos en cuenta que murió a los 30 años, fue también de película, de película quinqui. Parece que el director Eloy de la Iglesia lo descubrió cuando contaba 16 ó 17 años, en los billares Victoria de Madrid, donde los jovencitos del lumpen madrileño se ofrecían a los gays. El director lo invitó a su casa y lo convirtió en su actor fetiche. Manzano no sabía leer, y durante la primera película, se tenía que aprender los diálogos de memoria o le tenían que ‘apuntar’ las frases.
        Al efebo quinqui, al ragazzo di vita madrileño (apareció desnudo en algunas películas en un momento en que el desnudo masculino no era habitual), de mirada perdida e indefensa que transmitía un cansancio existencial doloroso, la cámara le quería y su sola presencia prestaba verosimilitud a una cintas de neorrealismo de barrio donde la navaja, la droga, la policía, las persecuciones de coches, el sexo, el trapicheo, los amores desgarrados, las trampas y las delaciones eran parte del argumento.
             Sin quererlo, o porque estaba destinado a ello, la vida de José Luis Manzano se parecía a las películas, o las películas que rodaba se parecían a su vida. Pronto la cocaína y la heroína formaron parte de su ocio y de su existencia, donde se borraban los contornos entre realidad y ficción.
                 También los amores desgraciados o las dependencias demasiado visibles del director que lo había sacado de Vallecas y de los billares, lo había sentado en un plató, le había llevado al festival de San Sebastián, o le había comprado una moto para recorrer Madrid a toda velocidad.
                    Se acabó el cine quinqui, se marchitó su rostro de adolescente passoliniano, pero no se acabó ni la cocaína ni la heroína ni la desdicha. En 1992, ‘año triunfal de España en el Universo’, el cuerpo sin vida de José Luis Manzano fue encontrado con una jeringuilla en el brazo, en el piso de Eloy de la Iglesia, que había sido su descubridor y protector, también su introductor en submundos de los que no salió con vida, todo como en el cine quinqui.

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