José Luis
Manzano había nacido en diciembre de 1962 en Vallecas. Y alcanzó una cierta
notoriedad tras protagonizar algunas películas de Eloy de la Iglesia en los
primeros años de los ochenta. La serie de El Pico, Colegas y Navajeros
constituyeron las obras cinematográficas que acabaron denominándose ‘cine
quinqui’. Eloy de la Iglesia narraba en estos filmes el mundo de la
delincuencia y de la droga en la que muchos jóvenes del suburbio madrileño
habían caído. Fue un cine muy popular en su momento.
La vida
de José Luis Manzano, corta vida si tenemos en cuenta que murió a los 30 años,
fue también de película, de película quinqui. Parece que el director Eloy de la
Iglesia lo descubrió cuando contaba 16 ó 17 años, en los billares Victoria de
Madrid, donde los jovencitos del lumpen madrileño se ofrecían a los gays. El
director lo invitó a su casa y lo convirtió en su actor fetiche. Manzano no
sabía leer, y durante la primera película, se tenía que aprender los diálogos
de memoria o le tenían que ‘apuntar’ las frases.
Al efebo
quinqui, al ragazzo di vita madrileño
(apareció desnudo en algunas películas en un momento en que el desnudo
masculino no era habitual), de mirada perdida e indefensa que transmitía un
cansancio existencial doloroso, la cámara le quería y su sola presencia
prestaba verosimilitud a una cintas de neorrealismo
de barrio donde la navaja, la droga, la policía, las persecuciones de
coches, el sexo, el trapicheo, los amores desgarrados, las trampas y las
delaciones eran parte del argumento.
Sin
quererlo, o porque estaba destinado a ello, la vida de José Luis Manzano se
parecía a las películas, o las películas que rodaba se parecían a su vida.
Pronto la cocaína y la heroína formaron parte de su ocio y de su existencia,
donde se borraban los contornos entre realidad y ficción.
También los amores
desgraciados o las dependencias demasiado visibles del director que lo había
sacado de Vallecas y de los billares, lo había sentado en un plató, le había llevado
al festival de San Sebastián, o le había comprado una moto para recorrer Madrid
a toda velocidad.
Se acabó
el cine quinqui, se marchitó su rostro de adolescente passoliniano, pero no se acabó ni la cocaína ni la heroína ni la
desdicha. En 1992, ‘año triunfal de
España en el Universo’, el cuerpo sin vida de José Luis Manzano fue
encontrado con una jeringuilla en el brazo, en el piso de Eloy de la Iglesia,
que había sido su descubridor y protector, también su introductor en submundos
de los que no salió con vida, todo como en el cine quinqui.
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