Ni en sus mejores delirios de grandeza (y ha tenido muchos)
el Sr. Sánchez, Presidente del Gobierno, hubiera imaginado el ‘regalazo’ que le
han hecho los obispos catalanes, posteriormente ratificado por la Conferencia
Episcopal Española, en el asunto de los indultos a los presos por el
independentismo catalán.
Los obispos catalanes han mostrado su acuerdo a las medidas
de gracia concedidas por el Gobierno a los políticos catalanes presos. En un acto
de magnánima misericordia cristiana, abogan por el diálogo, el perdón, las
medidas de gracia, el amor… es decir, cristianismo puro.
Y luego los obispos españoles han visto con benevolencia
las “aportaciones positivas” del
comunicado de los obispos catalanes. Me imagino que, con fax directo, el
cardenal de Barcelona, Mons. Omella, Presidente de la Conferencia Episcopal
Española, habrá explicado con pelos y señales al portavoz de los obispos españoles,
las aportaciones positivas de dicho documento.
Se vuelve a repetir, salvando las distancias, la ‘exquisita’
equidistancia que en años precedentes mantenían los obispos vascos respecto al
terrorismo de Eta. Ahora los de la Tarraconense también mantienen esa admirable
equidistancia entre unos y otros y abogan por el diálogo y los abrazos Es
decir, los obispos ponen al mismo nivel a los que respetan el ordenamiento jurídico
y los que no lo hacen. Al mismo nivel los que adoctrinan, desde las escuelas y
la TV3, y los que son marginados por no decir amén a la ideología indepe. Al
mismo nivel los que han causado la fractura social y los que la han sufrido. Es
decir, una vela a Dios y otra al diablo.
Los obispos catalanes hacen continúan con su salmodia de diálogo,
entendimiento, amor y demás buenismos. Nada que objetar. Pero, ¿hablaron
también cuando en los colegios de Cataluña –incluidos también los colegios
concertados de la Iglesia católica- vejaban y humillaban a los hijos de guardias
civiles o policías, algo que fue denunciado ante Unicef, y que debería haber avergonzado
a toda una sociedad?
Los obispos catalanes, ¿hablaron también cuando desde las
iglesias se sermoneaba sobre el derecho de autodeterminación, cuando se escondían
las urnas o directamente se ponían las urnas el 1-O durante las misas, cuando
las banderas esteladas ondeaban en los campanarios, cuando se impedía e impide cualquier
ascenso administrativo a los funcionarios no “indepes”, cuando se utilizaban a niños –bebés incluso- para cortar
las carreteras y llevar el caos por doquier, cuando los paniaguados del
independentismo se enfrentaban violentamente a las fuerzas de seguridad y
arramblaban con comercios y mobiliario urbano?
Los obispos catalanes, ¿hablan también cuando el
independentismo violento discrimina y condena a la invisibilidad social a todo
el que no piensa como ellos, cuando, decreto tras decreto y manipulación tras
manipulación de la Historia, conseguía fracturar a la sociedad catalana,
enfrentar a padres, hermanos y familiares por una ideología sectaria y de
tintes totalitarios?
Los obispos catalanes, ¿hablaron acaso cuando el
ordenamiento jurídico era pisoteado, sesión tras sesión, por el parlamento catalán?
¿Hablaban cuando el obispo Xavier Nonell llamaba a la desobediencia y alentaba
la celebración del referéndum del 1-O? ¿Hablaban cuando el muy honorable
monasterio de Montserrat daba batalla política a favor del independentismo en
lugar de preocuparse, por ejemplo, por los abusos a menores que se habían dado
en su propio seno? ¿Hablaban cuando los fieles católicos que se resistían a un
discurso independentista desde los púlpitos eran despedidos con cajas
destempladas por los párrocos de “barretina
y estelada”: “si no os gusta esta
parroquia, marchaos a otra”?
¿Los obispos catalanes han defendido alguna vez a la mitad
de los catalanes convertidos en ‘traidores’ por el discurso de odio del
independentismo? ¿Han defendido alguna vez a la mitad de los cristianos catalanes
que no piensan como piensa cierto clero “estelado”?
No me extraña que muchos cristianos estén hartos de una iglesia sectaria en el
territorio catalán. De hecho, Cataluña es la región más descristianizada de
España, la que menos seminaristas tiene (¿qué joven se sentiría atraído por un
discurso evangélico de “pantumaca”, en lugar de un evangelio universal?).
Cataluña es también la región donde cada año son menos los contribuyentes que marcan
la X a favor de la Iglesia Católica en la Declaración de la Renta. Me temo que,
con esta “exquisita equidistancia” o con este apoyo de los obispos catalanes a
las tesis indepes, otro buen número
de cristianos catalanes no marcará la casilla en su próxima declaración, algo
que, a la postre, perjudicará a los más pobres, principales beneficiarios de la buena labor
social de la Iglesia.
De todos es sabido que, en la Iglesia, cuando no se hace Evangelio,
se hace política. Es lo que acaban de hacer los obispos. Una Conferencia Episcopal
Española, liderada por el arzobispo de Barcelona, ha preferido hacer política.
¿Piensa alguien que es la compasión y el perdón lo que ha
llevado al Gobierno del Sr. Sánchez a los indultos, o más bien el peaje –grave
y gravoso- que hay que pagar a los socios de su Gobierno para seguir en Moncloa?
No es un indulto de concordia. Es una transacción económica: el cumplimiento de
la letra pequeña de un acuerdo. ¿En qué país cabe que se conceda un indulto a
gente que no se ha arrepentido y que proclama a los cuatro vientos que lo
volvería a hacer? ¿Se concedería el indulto a un maltratador que se jactase de
que va a volver a las andadas?
El plante al Rey en el Mobile por parte de las autoridades
catalanas y la inamovilidad del discurso del Sr Aragonés en la Moncloa han sido
los primeros frutos de esta ‘concordia a lo Sánchez y a lo episcopal”. Quien
esperaba algún gesto por parte del independentismo, ya lo ha tenido.
De momento, el Sr. Sánchez en Moncloa se frota las manos
por este inesperado "regalazo" de los obispos. Un regalo caído del cielo, nunca
mejor dicho.
Eso es poner el dardo en la palabra, aunque aún pienso que te has quedado corto. Brillante
ResponderEliminarMe imagino que todo lo corto que se puede quedar alguien que vive a muchos kilómetros, pero al que, sin embargo, le duele esta "equidistancia", cuando no el apoyo indisimulado a las tesis de los que han logrado una fractura que tardará décadas en soldar.
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