domingo, 21 de septiembre de 2025

Dalai Lama: compasión y alegría

       

        El Dalai Lama envejece, al mismo tiempo que envejece la causa del Tíbet. Una noche de 1937 el monje tibetano Yamphel Yeshe Gyaltse tuvo un sueño: un monasterio, una carretera, una casa con tejado azul, un perro y un pórtico con un niño sentado bajo él. Algún tiempo después, unos monjes, disfrazados de mercaderes, fueron enviados para localizar este enclave. En el poblado de Taktser encontraron todas las señales. Y el niño reconoció a los monjes disfrazados y dijo sus nombres. A continuación, los monjes le sometieron a una serie de pruebas, entre ellas el reconocimiento de objetos pertenecientes al anterior Dalai Lama: rosarios, libros, tazas de té. El candidato debe elegir las que pertenecieron al anterior Lama, porque, según sus creencias, se trata de una reencarnación (tulku) y, por lo tanto, el niño debía conservar la memoria de su anterior vida.

        Tenzin Gyatso, a la edad de cuatro años, fue ordenado monje budista y entronizado como XIV Dalai Lama. A los 16 años, asumió todo el poder temporal sobre el Tíbet, una teocracia feudal con capital en Lhasa y con sede administrativa en el Palacio de Potala. Era el año 1950 y China ya estaba pensando y soñando en la anexión de este territorio.

        Las conversaciones, que buscaban algún tipo de entendimiento con Mao Tse Tung, fracasaron. En 1959 hubo una insurrección en Tíbet. Fue aplastada sin miramientos por los soldados chinos. Miles de tibetanos murieron y otros tantos miles emprendieron el camino del exilio. Entre ellos el Dalai Lama. Logró abandonar el Palacio de Potala disfrazado de mendigo. Después de una arriesgada travesía a pie por las montañas del Himalaya, llegó a Dharamsala, en el norte de la India. En la amarga ruta del destierro, le fueron siguiendo miles de sus súbditos. Las autoridades indias le permitieron establecer allí su ‘vaticano’. Y esto ocurrió ante la mirada indiferente del mundo entero, que no levantó un dedo para no molestar a los mandamases comunistas chinos. En este caso, los intelectuales occidentales agacharon la cabeza y comulgaron con ruedas de molino. El comunismo chino, por entonces, encandilaba a muchos intelectuales y medios de comunicación. Los monjes tibetanos no tenían amigos.
        La anexión china no solo supuso la muerte de miles de tibetanos sino también la destrucción de cientos de templos y de miles de obras de arte, manuscritos y libros únicos. Un enorme patrimonio cultural perdido para siempre.
        Curiosamente, el exilio del Dalai Lama supuso la internacionalización del budismo tibetano. Y su figura, marcada por la compasión, ganó la admiración de muchos, lo que le hizo valedor del Nobel de la Paz en 1989.
        El Dalai Lama acaba de cumplir 90 el pasado 6 de julio. Envejece, como envejece el sueño de un Tibet independiente. China sabe que tiene la sartén por el mango. Y sabe también que cuando muera Tenzin Gyatso será un duro golpe para el budismo tibetano. Será elegido otro dalai lama, pero ya nada será igual. El Dalai Dama ha mantenido viva la llama tibetana y ha sido el estandarte de un pueblo y de una cultura.
        El Dalai Lama ha preferido la vía pacífica a la lucha. Y la compasión ha sido su bandera, por encima incluso de las reivindicaciones tibetanas. Se ha convertido en un maestro universal, en un referente del pacifismo en todo el mundo. Pero este pacifismo del Dalai ha sido utilizado por China para imponer su fuerza de potencia universal sobre este pequeño rincón en las alturas del mundo y sobre sus 6 millones de habitantes. Que David venza al gigante Goliat es una anomalía. Lo normal es que los gigantes y los guerreros se impongan sobre los pequeños y los pacíficos.
        China ejerce con éxito sus presiones políticas y económicas sobre cualquier gobierno que apoye la causa del Tibet, aunque sea tímidamente. En la inauguración de los Juegos Olímpicos se vio claramente: todos los Jefes de Estado del mundo acudieron a la inauguración, aunque todos ellos sabían perfectamente que China es un país donde no ser respetan los derechos humanos, donde no existe la libertad política, ni la libertad de expresión, ni el resto de libertades. La pleitesía rendida por los mandatarios extranjeros indicó, a todas las luces, que el dinero siempre será obedecido. Tristemente, los buenos deseos de paz y de armonía son simples danzas poéticas, para románticos empedernidos y trasnochados soñadores.
        Nos lo recordaba hace un tiempo una canción de Mecano, Aidalai:
    "En nombre del progreso y de la revolución, / quemaron tradiciones y pisaron el honor. / El rey de las montañas tuvo que escapar / vestido de mendigo / y con el alma envuelta en el ombligo.
    A falta de petróleo no hubo amigos en el mar, / dejando las naciones tu barquito naufragar. / Novel en la guerra, / nobel de la paz…"

        El Dalai lama ha sido un elemento importante en la unión de las religiones para buscar la paz en un mundo convulsionado por la violencia. Así lo ha demostrado su participación en eventos ecuménicos, como los de Asís. No ha vuelto a poner nunca los pies en el Tibet, y a estas alturas pocas esperanzas le quedan. Ha intentado vivir el presente sin la amargura de un exiliado y sin la violencia de un insurrecto, invitando a sus files a vivir el presente, sin refugiarse en el ayer o en el mañana: “Sólo hay dos días en el año en que nada se puede hacer. Uno se llama Ayer y el otro se llama Mañana. Hoy es el día adecuado para amar, creer, y sobre todo vivir”
        La causa del Tíbet envejece y languidece. La existencia del Dalai Lama, sin embargo, permanece aún anclada en la compasión y en la alegría. Suya es una frase para no olvidar nunca: “Un buen corazón es la mejor religión”.














viernes, 19 de septiembre de 2025

Nigeria: la persecución silenciada de cristianos


En 2015, el grupo radical yihadista, Boko Haram, saltó a los titulares de prensa de medio mundo cuando secuestró a 276 niñas en una escuela de Nigeria. Desde entonces, este grupo terrorista y algunos otros traen en jaque a los cristianos de este inmenso país africano de más de 200 millones de habitantes.

Ya desde el periodo colonial, el Norte de Nigeria contaba con una población básicamente musulmana. Sin embargo, muy pronto el cristianismo prosperó en esas regiones. Durante muchas décadas hubo paz y convivencia entre musulmanes y cristianos, como recuerda el obispo Habila Daboh, originario de la región: “Nosotros crecimos junto con las diferentes grupos étnicos. La vida transcurría con normalidad. Compartíamos la comida de Navidad con los musulmanes y durante sus celebraciones ellos compartían su comida con nosotros. Comíamos juntos, jugábamos al fútbol, acudíamos a los mismos mercados y nos bañábamos en los mismos ríos. Entonces, llegaron los extremistas (en los primeros años del siglo XXI) afirmando que si no eres musulmán no deberías estar vivo, y allí es donde la vida se volvió terrible para los cristianos. Los extremistas creen que no deberíamos estar en esta región, y como ven que estamos creciendo, nos consideran una amenaza para la comunidad musulmana”.

            Aunque los cristianos representan el 45% de la población nigeriana (porcentaje muy similar al de musulmanes), sim embargo el poder político y social lo ostentan cada vez más los musulmanes, empezando por el presidente de la República Federal. La mayoría de los estados del Norte de Nigeria han introducido la Sharía, es decir la aplicación del islam más restrictivo a las leyes civiles, lo que se traduce en la discriminación sin ambages de los cristianos y una amenaza continua para sus tierras, sus bienes, la práctica de su fe y sus propias existencias. Con razón se dice que Nigeria es el país más peligroso del mundo para practicar el cristianismo.

            Los atentados terroristas contra cristianos difícilmente llegan a ser noticia en Occidente. Y sin embargo rara es la semana en que no se produce un atentado en una iglesia cristiana, o un secuestro en un colegio o en un seminario. En los últimos años ha habido un continuo goteo de muertos, heridos, mujeres violadas y niños secuestrados. La persecución contra los cristianos arroja cifras escalofriantes. Según la Ong Interiocity, que opera en la zona y que se ha convertido en portavoz de esta persecución silenciada, entre enero y agosto de 2025, alrededor de 7 500 cristianos han sido masacrados por motivos religiosos en Nigeria, lo que da una media de 32 cristianos asesinados cada día. Otros tantos han sido secuestrados en el mismo periodo. Mientras, en los últimos años, las iglesias que han sufrido algún tipo de ataque arrastra una media de cien al mes. Y se habla asimismo de que 2 000 escuelas cristianas han sido destruidas. Varias ongds hablan de seis millones de desplazados por los continuos ataques a la población, a sus casas y cultivos.

            Ante estas cifras y ante esta persecución que dura ya casi dos décadas, son muchos los que denuncian un plan sistemático para expulsar a los cristianos del Norte de Nigeria. Según el padre Chimaobi Clément Emefu, se trata de un “proyecto de islamización que dura desde hace tiempo, y que es sistemático. Dicho de otra forma, los cristianos nigerianos sufren un genocidio ante la indiferencia del mundo occidental”.

            El número de asesinatos y secuestros se ha cebado en los últimos años en los líderes cristianos de la región, sacerdotes, religiosos, laicos consagrados, catequistas, maestros y seminaristas. Como recordaba el obispo Matthew Kukah en el funeral del seminarista asesinado, Michael Nnamdi: “El Norte de Nigeria es un gran cementerio, un valle de huesos secos, la parte más desagradable y brutal de Nigeria”.

            Y sin embargo, por imposible que parezca, los cristianos del Norte de Nigeria no se rinden. Muchos seminaristas han sido masacrados, pero muchos más han decidido defender con sus vidas, si fuese necesario, la voz compasiva y misericordiosa de Jesús en el Norte de Nigeria.

            Como ya sucedió en 2023, cuando Azerbayán invadió las zonas habitadas por los cristianos armenios, la mayor parte de los poderes políticos y de los medios de comunicación occidentales eluden hablar de esta persecución sistemática de cristianos en Nigeria, y, mucho menos, calificarlo de genocidio. 

            El sacerdote Patrick Akpabio, nigeriano, en una reciente conferencia en España decía que En Nigeria se mezclan la sangre con el vino de alegría, las balas con el pan y el dolor con la esperanza. Los seguidores de Cristo pagan un alto precio por su fe, sufriendo torturas físicas y psicológicas, aislamiento, violación, esclavitud, robos, cosechas destrozadas, discriminación en mucho aspectos legales, tráfico de órganos… todo con el fin de desanimar a la gente a vivir en sus poblados y evitar que puedan servir a Dios”.

            Pero en medio de esta persecución sistemática, los nigerianos no abandonan su fe. Si renunciasen a ella, renunciarían también a su dignidad de seres humanos, a su alma y a su libertad: “Donde las iglesias han sido quemadas, la gente se reúne bajo los árboles de mango para celebrar la misa”.

            Europa, mientras tanto, calla. ¿Un silencio culpable? ¿Un difuso odio a Cristo?



















miércoles, 17 de septiembre de 2025

Los niños gazatíes en el altar de los sacrificios

     


        Una Comisión de la ONU, creada hace unos meses, con el encargo de redactar un informe sobre las acciones de Israel en la guerra de la Franja de Gaza ha sido contundente y acusa a Israel de cometer crímenes contra civiles a los que tenía la obligación de proteger y de imponer "condiciones inhumanas que causan la muerte de palestinos, incluyendo la privación de alimentos, agua y medicinas".

        El Informe detalla las acciones reprobables llevadas a cabo por Israel, tanto dentro de la Franja de Gaza como en las diferentes cárceles de Israel, y le acusa de no respetar el derecho internacional para los casos de guerra.

    Por lo tanto nada que añadir. Sólo cabe condenar una política de guerra que no busca la legítima defensa, sino la eliminación del adversario, por motivos raciales, étnicos, religiosos, etc.

    En estas campañas de solidaridad hacia los gazatíes que hemos visto en España con motivo de la Vuelta Ciclista y que han sido clamorosas, ruidosas y, en varios casos, violentas (el ministro las calificó de pacíficas, aunque tuvo que admitir que había 22 agentes heridos), es preciso matizar porque, de lo contrario, podemos caer en el eslogan fácil y en la pancarta simplona, en el megáfono que canturrea consignas. Y en la masa que sigue al abanderado, sin saber a quien sigue.

    Lo primero que hay que decir, en honor a la verdad, es que los dos millones de habitantes de la Franja de Gaza ya eran rehenes de los terroristas de Hamás, mucho antes de que el ejército israelí lanzara su ofensiva destructora, por cierto después de atentado llevado a cabo por palestinos de Hamás contra Israel y en el que murieron casi mil cuatrocientas personas y otras 252 fueron secuestradas.

    Sí, los dos millones de gazatíes que vivían en la Franja de Gaza ya eran prisioneros de los terroristas y lo eran desde que nacían. Y los niños, en la escuela, en la calle y en el campo de fútbol eran adoctrinados en el odio y la venganza. Y esos dos millones de palestinos malvivían en una situación de economía precaria. No vivían así los dirigentes de Hamás, ni mucho menos, que utilizaban muchos dineros procedentes de donaciones, no para aliviar la vida cotidiana de los palestinos, sino en beneficio personal y en la adquisición y contrabando de armas, porque Hamás tenía y tiene conexiones con los terroristas de medio mundo.

    El territorio de Palestina está dividido entra la Franja de Gaza (las regiones bíblicas de Judea y Samaria), controlada por Hamás, y Cisjordania, esta última región está políticamente en manos de Fatah, que a su vez controla a la Autoridad Nacional de Palestina, partidaria del diálogo con Israel y la que goza de un mayor reconocimiento internacional, por su enfoque moderado y su renuncia a las violencia. En 2007 ambas facciones políticas dirimieron sus diferencias a tiros y a sangre. Israel se benefició de estas disensiones internas. En este momento Fatah y Hamás son dos formas de ver y pensar Palestina prácticamente irreconciliables.

    Hamás es terrorismo duro y puro. Y ha creado en la Franja de Gaza un sistema de vida en el que se mezcla la precariedad económica con la ignorancia y el adoctrinamiento sin pausa en el odio. Y por supuesto, la venta al exterior de un "relato de víctimas de Israel" que funciona muy bien entre ciertos partidos europeos, especialmente en España, que aún arrastran una idea romántica del terrorismo.  Defender al pueblo gazatí ante los desmanes de Israel no es óbice para condenar las prácticas nada democráticas de Hamás en la Franja de Gaza, donde los derechos individuales son burlados con frecuencia, y las libertades, como la de opinión, prensa o asociación son inexistentes. Además, las mujeres son apenas unos "vientres de reproducción", y los niños y jóvenes son considerados como "materia prima para amasar futuros terroristas". 

    El atentado del 7 de octubre de 2023 contra Israel fue un golpe de efecto sin duda grande. Un atentado pensado y premeditado, aún a sabiendas de que la respuesta de Israel sería demoledora y desproporcionada. ¿Qué buscaba, entonces, Hamás? Buscaba niños muertos, civiles muertos, mujeres muertas, edificios arrasados, penurias y hambruna. ¿Y eso por qué? Para mostrar al mundo la "inocencia de los palestinos y el carácter asesino de los israelíes". ¿Lo ha conseguido? En parte sí, como lo demuestra la simpatía suscitada últimamente por la causa palestina. ¿Pero se puede entender como una victoria política el sacrificio de miles de personas?

    Y podríamos hacernos más preguntas ¿Quién en su sano juicio comete un atentado que sabe que va provocar una terrible venganza por parte del Gobierno de Israel? ¿Qué padre arriesga la vida de sus hijos y de su mujer y de su madre en una guerra que de antemano sabe perdida? ¿Por qué los niños gazatíes no han sido protegidos en los casi quinientos kilómetros de túneles excavados en la Franja para uso y servicio de los terroristas de Hamás? Si de verdad a los terroristas de Hamás les importaban sus hijos, les importaban sus mujeres o les importaban sus ciudadanos, ¿les hubieran expuesto a una muerte segura al enfrentarse a un gigante militar como es Israel? ¿Por qué, para salvar a sus niños de Gaza, no entregan a Israel a los secuestrados que Hamás tiene todavía en su poder?

    Palestina no es Hamás, por supuesto, pero habrá que reconocer que el propio pueblo de Palestina tiene un enemigo muy serio en los terroristas de Hamás. Palestina no es Hamás, claro está. Y eso nos obliga a condenar lo condenable, a sentir compasión por los gazatíes que han perdido la vida, la casa, la tierra y la paz. Tampoco el pueblo de Israel es Netanyahu. Aunque muchos, en esta ola que huele a antisemitismo, quieran eliminar la presencia de israelitas en los festivales de música, las competiciones deportivas, los escenarios y los foros internacionales. Si de alguno dependiese, arrojaría de nuevo a los israelíes al campo de concentración. A veces creo que esta simpatía y admiración de algunos partidos europeos (y sobre todo, españoles) por todo lo musulmán no es ni mucho menos verdadera, sino un disfraz para disimular su odio al cristianismo y, de paso, al judaísmo.

            Los niños gazatíes no sólo son las víctimas inocentes de las fuerzas militares de Israel, son también las víctimas del terrorismo de Hamás. Unos terroristas a los que importa un bledo sacrificar una generación entera de niños y de jóvenes. Unos terroristas que han hecho del terror y de la violencia su oficio y su beneficio, su trabajo y su siniestra vocación. Un terrorismo, el de Hamás, que ha recibido a lo largo de los últimos años cuantiosas donaciones por parte de muchas organizaciones europeas. Todo hay que decirlo.

        Los niños gazatíes se han llevado y se llevarán la peor parte de esta guerra. Sin compasión, han sido tratados por las fuerzas de Israel y su afán aniquilador. Y sin compasión han sido tratados por los propios palestinos, envenenados por los delirios terroristas de Hamás. 

        El genocidio contra los niños gazatíes no sólo lo está cometiendo el Gobierno de Israel, sino también los propios dirigentes de Hamás, dispuestos a sacrificarlos, como corderos degollados, en el altar de su ideología.

        La ONU ha condenado claramente el genocidio llevado a cabo por el ejército de Israel sobre la Franja de Gaza, reducida ahora a pura ruina y pura miseria. Pero no nos olvidemos que la Franja de Gaza no era, ni mucho menos, un paraíso gobernado por los angelitos de Hamás. 

  









     


    


En recuerdo de Pedro Casaldáliga

 

        A un lugar del inmenso estado brasileño de Mato Grosso, en Brasil, llegó en 1968 Pedro Casaldáliga. Muy pronto fue nombrado obispo de la nueva diócesis de San Félix de Araguaia. Vestido con unas sandalias de campesino, con una rama de árbol por báculo, con un sombrero de paja por mitra y con el alma apasionada de un seguidor del Evangelio, muy pronto el nombre de Pedro atravesó fronteras y se convirtió en la imagen de la lucha por los indígenas, impotentes para hacer valer sus ancestrales pequeñas parcelas ante los terratenientes de la Amazonía que querían todo y más.

        Cuando llegó a esa inmensa región, allí no había ni Estado, ni escuelas, ni ambulatorios. Tuvo que enterrar, sin féretro y a veces sin nombre, a campesinos que aparecían muertos por los bosques.
            Había nacido en el municipio catalán de Balsareny en 1928. A los 9 años ingresó en el seminario claretiano de Vic. Recordaría, en una ocasión, que en la casa familiar “muchas veces tuve que silenciar —ante los milicianos, ebrios de vino y de preguntas— el paradero de las monjas de la primera escuela o el escondite de los desertores, o el paso de cualquier cura o fraile con el nombre cambiado o indumentaria sospechosa”.
            Creía, como Gabriel Celaya, que la poesía es un arma cargada de futuro. Y pronto, sus poemas y sus escritos se clavaron en las carnes y en los huesos de hombres y mujeres que vivían o trabajaban en las fronteras del cristianismo
            Con sus escritos, pasados a máquina en una vieja Lexicon 80, anunció y denunció. Anunció la buena nueva para los pobres. Y denunció la opresión que esos mismos pobres sufrían. Denunció, por ejemplo, que en Brasil existía el trabajo de esclavos, que cualquier conato de insubordinación era castigado con la muerte, y que los caciques terratenientes exigían a sus sicarios las orejas de los campesinos como prueba de que los habían hecho desaparecer.
            Sobrevivió a emboscadas y tiroteos. Se convirtió en el hombre más peligroso de Araguaia. Peligroso, claro, para los que se creían dueños y señores de vidas y haciendas. Para los indefensos y desprotegidos, Pedro (como le gustaba que le llamasen: ni obispo, ni monseñor, ni padre) fue fortaleza y castillo donde podían encontrar refugio. Él fue escudo y baluarte para los pobres, como reza el salmo.
            En los años 80 estuvo en el punto de mira del Vaticano, muy estricto con cualquier lectura marxixta del evangelio. Por aquellas tierras, hablaban de teología de la liberación. Pedro, el obispo rojo, fue llamado a capítulo para que se explicase. Y sin embargo, unos años antes, en 1972, un Papa lo había defendido con una frase lapidaria: “Quien toque a Pedro, toca a Pablo”. Un aviso a terratenientes y sicarios a sueldo: quien se atreviese a tocar un pelo de Pedro de Araguaia, tendría que vérselas con Pablo VI de Roma.
            Su ‘palacio episcopal’ era una casa, idéntica al resto de casas de la aldea. Y la capilla estaba abierta a los árboles, a las flores, al trajín de la vida y a los afanes de los hombres, también a los perros sin dueño y a los altivos gallos. Pero esa misma capilla estaba sostenida por la memoria martirial de América. Dos reliquias especiales: un poco de sangre de monseñor Romero y un pedacito de cráneo de Ellacuría, ambos asesinados.
            A los 75 años dejó de ser obispo pero se quedó como sacerdote de a pie, dando testimonio de entrega hasta el final: “Nunca se abandona”. Muchos jóvenes y muchos profesionales fueron llegando a Araguaia para ofrecerse como trabajadores en ese pequeño reino cristiano.
            Luego, llegaría la vejez, la merma de facultades y el párkinson. Devotos y fieles de muchas partes de Brasil acudían a él para implorar su bendición o darle las gracias por sus palabras y sus obras.
            A pesar de la incomprensión de la propia Iglesia, o al menos de parte de ella, él permaneció 'fiel en la rebeldía y rebelde en la fidelidad" a la Iglesia. De palabra y de obra. Su amor a la Iglesia nunca fue cuestionado.
            Pedro Casaldáliga murió el 8 de agosto de 2020. Su cuerpo fue velado por los pobres. Fue enterrado descalzo y con el evangelio sobre sus pies. Fue un incansable obispo-poeta, y un luchador en primera línea por la dignidad y los derechos de los indígenas y de los más pobres.
                Cuando se recuerda a Pedro, uno se acuerda siempre de este breve poema-oración:
                       "Al final del camino mi dirán:
                        -¿Has vivido? ¿Has amado?
                        Y yo, sin decir nada,
                        Abriré el corazón lleno de nombres".
                Este poema resume una vida, una forma de concebir el evangelio y la manera en que cualquier creyente se presentará ante Dios. Al final del camino, nos preguntarán si hemos vivido, si hemos amado, y el cristiano tendrá que abrir su corazón y mostrar los ‘nombres’. Los nombres nos juzgarán, nos condenarán o nos salvarán.
                Una mañana de domingo, en Nnebukwu, mi amigo misionero, Andrés García, presidía una misa llena de color africano, de cantos y de bailes. Era la forma nigeriana de expresar la alegría y la esperanza de ser creyentes. Cuando llegó la homilía, fue al fondo de la iglesia y tomó de la mano a una viejecita, la hizo subir hasta el altar y, ante todos los fieles, le dijo lo siguiente: “Mírame a los ojos, apréndete bien mi rostro y mi nombre, porque cuando llegue el final de mi vida, tú hablarás a Dios de mí”. Me impresionó. Y desde entonces así concibo la manera en que nos habremos de presentar ante Dios.
                Y así será sin duda. Al final del camino, los ‘nombres’ que hemos amado, servido, protegido, cuidado y alentado… aquellos seres humanos a los que dimos un trozo de pan o un minuto de alegría darán testimonio en nuestro favor. Pero incluso el arbolillo que regamos en el estío y el perrillo al que pusimos un cuenco de agua ‘hablarán’ también de nosotros. Nada se pierde del amor dado. Y todo cuenta. El corazón está hecho de nombres.
















viernes, 12 de septiembre de 2025

Simone Weil: en el umbral de la Iglesia


        Estuvo desde muy joven al lado de los crucificados. Pero solo más tarde supo que su amor por los aplastados de este mundo le venía directamente del Gran Crucificado. Simone Weil (París, 1909-Ashford, 1943) es una de las figuras femeninas más interesantes del siglo XX. Y también una de las más grandes místicas cristianas. Y sin embargo, durante toda su vida rehusó recibir el bautismo, como solidaridad con todos aquellos que no tenían cabida en la Iglesia. Fue una cristiana de verdad y de corazón. Una cristiana sin iglesia.

        Simone Weil procedía de una familia judía que “no respetaba el sabath”. Profesora de filosofía en un liceo. Afiliada al partido comunista francés. Miembro de las brigadas internacionales que participaron en la Guerra Civil Española. Trabajadora, por decisión propia, en la embrutecedora cadena de montaje de Renault en París. Participante en la resistencia francesa durante la ocupación nazi. Escritora lúcida, pensadora profunda. …                 Tuvo el valor de descender al mundo de la esclavitud y de la pobreza, donde la fuerza aplasta la debilidad, sin contemplaciones y sin miramientos. Para el gran escritor y premio Nobel, Albert Camus, Simone Weil fue “el único gran espíritu de nuestro tiempo”.

    Descubrió a Cristo en tres momentos. Y desde entonces, supo y escribió que el cristianismo es una religión de esclavos y que los aplastados no podían dejar de identificarse con el Gran Crucificado.

        Momento 1. Simone había dejado la fábrica y sentía sobre sí la marca de la esclavitud (idéntica al hierro con que son marcadas las reses y los esclavos). Se dirigió a la aldea portuguesa de Póvoa de Varzim. “Entré en esta pequeña aldea portuguesa en un estado físico miserable. De noche, sola, bajo la luna, en el día de la fiesta patronal. Las mujeres de los pescadores giraban en torno a los barcos en procesión, llevando cirios y entonando cánticos muy antiguos y de una tristeza punzante… De pronto, tuve la certeza de que el cristianismo es, por excelencia, la religión de los esclavos, que los esclavos no pueden no adherirse a ella, y yo entre ellos”.

        Momento 2. En 1937 viaja por Italia. Le encanta la belleza del país. Pero “cuando vi Asís, todo el resto de Italia se me borró”: “Estando sola en la capilla románica del siglo XII de Santa María de los Ángeles, incomparable maravilla donde San Francisco rezó muchas veces, algo más fuerte que yo me obligó, por primera vez en mi vida, a ponerme de rodillas”.

    Momento 3. Abadía benedictina de Solesmes-Francia. Simone sufre migrañas insoportables que, en ese espacio, se unen a la belleza del canto gregoriano. Es Semana Santa y la pasión de Cristo se rememora una vez más: “Es evidente que en el curso de estos oficios, el pensamiento de la pasión de Cristo entró en mi de una vez para siempre”. En esta Semana Santa lee el poema Love, de George Herbert. La poesía habla del banquete que prepara Amor y al que invita al pecador a compartir su mesa. Este se niega alegando indignidad. El Amor le responde que él ha asumido sus faltas y sus culpas para poder servirle ese banquete. El invitado se sienta; el Amor le sirve y él come: “Con frecuencia, recitaba con atención este poema y me adhería con toda mi alma a la ternura que encierra. Creía recitarlo solo como un bello poema, pero tenía la virtud de una plegaria. En uno de los recitados, Cristo en persona bajó y me tomó”.

        Murió sola en el sanatorio de Ashford (Inglaterra) donde había ingresado consumida y débil, en parte por su negativa a comer más de lo que establecían las cartillas de racionamiento para los obreros en tiempo de guerra. Era el 24 de agosto de 1943. Siete personas asistieron a su entierro. El sacerdote que tenía que rezar el responso perdió el tren y no llegó a tiempo. Su amigo Schumann, de rodillas, rezó la oración de los muertos. Unos días antes de morir, pidió a su amiga y enfermera que la bautizase. Esta tomó agua del grifo y la derramó sobre la cabeza de Simone Weil.










jueves, 11 de septiembre de 2025

Un colegio para niños de papá


    Que el ser humano es pura contradicción lo observamos cada día. Si estamos atentos lo observamos también en nosotros mismos. Lo que pensamos hoy, ya no lo pensamos mañana. Las cosas que ayer deseamos con ahínco, hoy nos resultan indiferentes. El ser humano es cambiante. No sólo "la donna è mobile", que diría Giuseppe Verdi. También el hombre es voluble. Y es especialmente contradictorio entre lo que dice y lo que hace, lo que predica y lo que actúa. Pero cuando estas contradicciones las vemos en los políticos aún nos asombran un poquito más. Y este es el caso de la noticia aparecida en estos días que daba cuenta de la elección del ex político Pablo Iglesias de un colegio privado para sus hijos. Y comprendo perfectamente que un padre quiera lo mejor para sus hijos. Y por supuesto que todo progenitor tiene el derecho constitucional de elegir para sus hijos el tipo de educación que cree más conveniente.

    Pero molesta un poco que el político en cuestión haya dado la turra durante años, por activa y por pasiva, a favor de la escuela pública y haya demonizado a todos los padres que llevaban a sus hijos a una escuela privada. Decía sentir desprecio por los señoritos y pijos que matriculaban a sus hijos en colegios privados porque así se distanciaban del resto.

    Y si tiramos de hemoroteca nos encontramos con algunas perlas: "Los colegios privados son un mecanismo de segregación social, donde las familias con más recursos se separan del resto". "El  colegio privado no está pensado para que vaya todo el mundo, está pensada para una minoría que se lo puede permitir".

    Y también ironizó en una entrevista con que "mamá y mamá quisieran llevar al niño a un colegio superespecial para que no conviva con niños gitanos o con hijos de emigrantes marroquíes o ecuatorianos o hijos de gente obrera en general. Llevan a sus niños al privado porque no quieren que se mezclen con los niños de la clase obrera".

    Cuando fue diputado y vicepresidente del Gobierno despotricó contra la escuela privada y contra la escuela concertada, y propició o secundó campañas a favor de la escuela pública. 

    Se ve que ahora ha cambiado de parecer. Se ve que la escuela pública -que nadie puede desmentir que va de mal en peor, precisamente por la injerencia y la desidia continuas de los sucesivos gobiernos- ahora le parece insufrible para sus pequeños, a los que quiere ofrecer una escuela bilingüe, eco, de excursiones a la nieve, talleres ultramodernos. Una escuela para dar en los morros a los paletos, los obreros, los marroquíes y los ecuatorianos. 

    Sólo nos cabe el consuelo de la filosofía: "hay que saber que el ser humano es contradictorio por naturaleza". Y también el consuelo de Natalia Ginzburg: "Cuando a un hombre se le mira de cerca, siempre da un poco de pena".  


La Vuelta de España y Gaza

     


    ¿Son los ciclistas israelíes los culpables del asedio y hambruna de Gaza? Las convocatorias de estas manifas durante la Vuelta dicen que el objetivo es que el equipo israelí de ciclismo sea expulsado de la carrera ciclista. Una de las proclamas y eslóganes de las manifestaciones que tienen lugar a lo largo de la Vuelta Ciclista a España dice así: "Hamás no es Palestina". Y con toda razón. Y así lo he dejado escrito en este blog en varias ocasiones. No se puede identificar al grupo terrorista con los ciudadanos del pueblo palestino. Pero a renglón seguido habría que decir que el Gobierno de Netanyahu tampoco es Israel. Porque, de lo contrario, no estamos buscando la verdad, sino otro tipo de intereses, no sé si oscuros o no. 

    No creo que los corredores ciclistas con nacionalidad israelí sean los responsables de la intolerable situación que se está viviendo en Gaza. Los boicots deportivos en el fondo no son un castigo a los países, sino a los profesionales del deporte que se han pasado años de duro entrenamiento y largos sacrificios para competir en unos Juegos Olímpicos o en una carrera ciclista de primer rango. Y esto es así desde Berlín, Moscú o Los Ángeles. 

    Creo que castigar a los profesionales del deporte o a los profesionales de la música, la danza o el arte no es la mejor forma de solucionar las cosas. Los deportistas o artistas, independientemente de su nacionalidad o de sus ideas, tienen derecho a expresar su talento y su valía. Pero esta cultura de cancelación reinante lo mismo suprime un concierto de un director de orquesta ruso que una compañía de danza israelí. Es decir, en lugar de castigar a los gobiernos, castigamos a los ciudadanos. 

    No creo mucho en las manifestaciones espontáneas de la gente y menos en este país donde ni siquiera los trabajadores se manifiestan por la subida de los salarios o los precios desorbitados de las viviendas. Cuando las manifestaciones coinciden en el tiempo con las decisiones y posturas de un gobierno, como mínimo hay que sospechar de la sinceridad de las mismas. Ya sabemos que el poder busca siempre los aplausos  del pueblo a sus leyes y decretos. Confundir los intereses del Gobierno con los intereses de la nación es algo habitual en las dictaduras, pero últimamente vemos que también en las democracias. Las relaciones diplomáticas sirven para que los ciudadanos de un país que viven en otro puedan sentirse seguros, protegidos y puedan desarrollar sus actividades libremente. Las embajadas de Israel y de España dan protección a los ciudadanos de uno y otro país. Tristemente, observamos que el síndrome de Luis XIV -aquel que dijo "El Estado soy yo"- sigue vivo y de actualidad también en estos palacetes de ministros y ministras. 

    Lo que sí sabemos es que la Vuelta está saliendo la mar de cara al erario público (algo que pagamos entre todos), por las medidas excepcionales de seguridad que se están necesitando en cada ciudad y pueblo por donde la carrera pasa. Y también es verdad que las caídas provocadas a los ciclistas por algunos de los manifestantes no debería ser un asunto menor. Y, si no, que se lo pregunten al ciclista Javier Romo que se ha visto obligado a abandonar la Vuelta, como consecuencia de la caída producida por un manifestante.

    La desgarradora crisis humanitaria sufrida por el pueblo palestino es Gaza no puede obviar algunas preguntas: ¿Quién está detrás de estas manifestaciones? ¿Por qué se dan ahora justo en este momento en el que el Gobierno de España tensa las relaciones con el Gobierno de Israel? ¿Es justo condenar a los ciudadanos de un país por las decisiones de su gobierno? ¿Cómo se justifica ese odio a unos ciclistas que nada tienen que ver con el genocidio, simplemente por la nacionalidad de su pasaporte?

    Desde el primer momento de la guerra, Cáritas abrió una cuenta a favor de la Franja de Gaza. Y desde el primer momento la iglesia de Gaza acogió a cristianos y musulmanes, sin hacer ninguna distinción, ofreciéndoles comida, consuelo, albergue y un espacio seguro. Por eso la parroquia de Gaza fue bombardeada, precisamente por se un lugar de fraternidad y acogida universal. Pero el bombardeo y los muertos que provocó no logró cerrar este espacio de acogida, un espacio sostenido económicamente por Cáritas. Es de esperar que, además de manifestaciones ruidosas -a veces con la presencia de radicales- los simpatizantes de Gaza también aporten, no sólo sus voces y sus banderas durante la Vuelta, sino también su ayuda concreta al pueblo gazatí.

    








    

    

lunes, 8 de septiembre de 2025

Danos un poco de Quijote cada día...

    


 

    Han pasado apenas dos horas desde que he abandonado el Palacio Butrón, mi lugar de trabajo de los últimos tres años. Mi jubilación acaba de empezar. La alarma de las 06:20 h ha sido desactivada. Uno de los pocos propósitos: dedicar un poco de tiempo a la relectura de los libros que más me han gustado, impresionado o marcado. Empecemos por el principio y empecemos bien. Y claro, debería elegir la Biblia. Pero la Biblia es un libro para tener siempre debajo de la almohada, siempre a mano, como el cuerpo de la persona amada. Siempre cerca para sentirse querido, acariciado, interrogado, cuestionado e incluso herido, juzgado o avergonzado. La Biblia no es un libro. Es el Otro. Y el Otro no es un alguien para releer, sino para convivir, confrontarse y medirse. Por lo tanto, descartada la Biblia como relectura, elijo el Quijote. No podría ser otro. ¿No es acaso El Quijote otro evangelio? Podría serlo. O debería serlo. 

    Todos los libros empiezan en un lugar de la Mancha, al menos desde que Cervantes escribiera 'vale' al final del último capítulo. Siempre habrá molinos de viento. Siempre habrá gigantes, cueros de vino, ejércitos de ovejas y carneros. Siempre habrá Marcelas y Grisóstomos. Siempre habrá duques que usen a los quijotes como pasatiempo. Siempre habrá galeotes que susciten compasión. Siempre tendremos días para hacer quijotadas y días para hacer sanchopanzadas. Siempre habrá ínsulas baratarias y corregidores tan sabios como Salomón. Siempre habrá Dulcineas que se truequen en aldeanas y aldeanas en Dulcineas. Todo está en El Quijote. Y todos los hombres y mujeres de buena voluntad pueden reconocerse en sus páginas. Reír y llorar con ellas. Y hacerse preguntas. Como la Biblia, es un libro que casi está en todas las casas, aunque muy pocos lo hayan leído. Poco importa. ¿O sí? ¿Seríamos de otra manera en esta Mancha nuestra, más altruistas, más compasivos, más locosensatos si hubiéramos leído y masticado El Quijote? Puede que sí. 

    Siempre habrá quijotes que lean y relean El Quijote. Tampoco esto importa mucho, bien es verdad. Porque el ingenioso hidalgo Don Quijote y su leal escudero Sancho Panza son más reales que cuantos encumbrados hombres hayan existido en este solar patrio a lo largo de toda su Historia. Más reales y verdaderos que los monarcas, los escritores, los conquistadores, los generales, los cardenales, los pintores de España. Es suficiente darse un garbeo por plazas, tabernas, museos, bibliotecas y paisajes... para comprender que Don Quijote y Sancho Panza son más de carne y hueso que todos nosotros, más incluso que su propio padre, creador y criador, don Miguel de Cervantes. 

    Danos, Señor, un poco de don Quijote cada día...

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