Que el ser humano es pura contradicción lo observamos cada día. Si estamos atentos lo observamos también en nosotros mismos. Lo que pensamos hoy, ya no lo pensamos mañana. Las cosas que ayer deseamos con ahínco, hoy nos resultan indiferentes. El ser humano es cambiante. No sólo "la donna è mobile", que diría Giuseppe Verdi. También el hombre es voluble. Y es especialmente contradictorio entre lo que dice y lo que hace, lo que predica y lo que actúa. Pero cuando estas contradicciones las vemos en los políticos aún nos asombran un poquito más. Y este es el caso de la noticia aparecida en estos días en el que se daba cuenta de la elección del ex político Pablo Iglesias de un colegio privado para sus hijos. Y comprendo perfectamente que un padre quiera lo mejor para sus hijos. Y por supuesto que todo progenitor tiene el derecho constitucional de elegir para sus hijos el tipo de educación que cree más conveniente.
Pero molesta un poco que el político en cuestión haya dado la turra durante años, por activa y por pasiva, a favor de la escuela pública y haya demonizado a todos los padres que llevaban a sus hijos a una escuela privada. Decía sentir desprecio por los señoritos y pijos que matriculaban a sus hijos en colegios privados porque así se distanciaban del resto.
Y si tiramos de hemoroteca nos encontramos con algunas perlas: "Los colegios privados son un mecanismo de segregación social, donde las familias con más recursos se separan del resto". "El colegio privado no está pensado para que vaya todo el mundo, está pensada para una minoría que se lo puede permitir".
Y también ironizó en una entrevista con que "mamá y mamá quisieran llevar al niño a un colegio superespecial para que no conviva con niños gitanos o con hijos de emigrantes marroquíes o ecuatorianos o hijos de gente obrera en general. Llevan a sus niños al privado porque no quieren que se mezclen con los niños de la clase obrera".
Cuando fue diputado y vicepresidente del Gobierno despotricó contra la escuela privada y contra la escuela concertada, y propició o secundó campañas a favor de la escuela pública.
Se ve que ahora ha cambiado de parecer. Se ve que la escuela pública -que nadie puede desmentir que va de mal en peor, precisamente por la injerencia y la desidia continuas de los sucesivos gobiernos- ahora le parece insufrible para sus pequeños, a los que quiere ofrecer una escuela bilingüe, eco, de excursiones a la nieve, talleres ultramodernos. Una escuela para dar en los morros a los paletos, los obreros, los marroquíes y los ecuatorianos.
Sólo nos cabe el consuelo de la filosofía: "hay que saber que el ser humano es contradictorio por naturaleza". Y también el consuelo de Natalia Ginzburg: "Cuando a un hombre se le mira de cerca, siempre da un poco de pena".
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