miércoles, 16 de febrero de 2022

Franz Jalics: una presencia de silencio y luz

Hace un año, vacío de memoria, inocente como un niño y libre como un pajarillo del campo, moría Franz Jalics en su Hungría natal. Había nacido en 1927 en el castillo que su familia, de origen noble, poseía a las afueras de Budapest.

Al estallar la Segunda Guerra Mundial, tuvo que abandonar la casa y el país y huir al extranjero. Cuando la guerra terminó, regresó con toda su familia a Hungría. Su padre fue arrestado en la frontera y después envenenado. Los nueve hermanos y la madre recorrieron, a pie y andrajosos, el camino hasta su casa. El castillo había sido saqueado y vandalizado. La familia se reunió en el sótano y allí sobre unos colchones por el suelo pasaron esa primera noche. Fue entonces cuando asistió a una escena que no olvidaría nunca. La madre pidió a sus hijos que rezasen por los que habían saqueado su casa, por los que habían hecho asesinado a su padre y por los que les odiaban por el solo hecho de pertenecer a una familia noble y ser creyentes. Cada día rezaron por los que les habían arruinado la vida. De esta manera Franz Jalics pudo crecer sin odio y sin resentimiento. El odio no destruye al enemigo; destruye al que odia.  

Antes, durante la guerra, Jalics había sentido un miedo atroz durante los bombardeos de la ciudad alemana de Nuremberg. Pero allí, durante unos instantes, sintió una paz interior grande, una paz tras la que corrió toda su vida y de la que aprendió algo fundamental: es preciso liberarse del temor irracional a morir o a ser herido, a pasar hambre o a no tener cobijo, en definitiva el miedo al futuro. Fue entonces, cuando decidió hacerse sacerdote. En 1947 entró en los jesuitas.

Quizás su historia empezó mucho antes. Su madre siempre fue una personal capital en su vida. En su juventud, su propia madre había deseado ingresar en un convento. Las religiosas del Sacre Coeur la invitaron a que antes cursase estudios universitarios. Así conoció al que sería su marido. Durante un tiempo se debatió entre la vocación al matrimonio y la vocación religiosa.  Rezaba para encontrar su camino. Y una noche, ‘oyó’ una voz: “yo quiero a tu hijo”. No dudó que el susurro venía de Dios. Se casó y trajo al mundo ocho hijos. Cuando Jalics decidió hacerse sacerdote, su madre comprendió que la frase escuchada en su juventud alcanzaba todo su sentido.

Después de completar sus estudios en Bélgica, Jalics es destinado a América, primero a Chile y luego a Argentina, como profesor de teología. En 1974 decidió compartir su vida con los más necesitados, en una comunidad jesuita de las llamadas “villas miseria”, barrios pobres de las periferias. Son años convulsos en Argentina. La dictadura del general Videla no admite ninguna oposición ni ninguna crítica a su escasa labor social. Y, además, ve enemigos por doquier y guerrilleros en todas partes. En mayo de 1976, Franz Jalics y Orlando Orio fueron secuestrados por los militares, como sospechosos de colaborar con la guerrilla. Durante cinco meses fueron torturados y, encapuchados y esposados, vivieron con la incertidumbre de ser asesinados en cualquier momento.

Como Franz Jalics ha confesado muchas veces, la oración le salvó de la locura. Y lo que es más importante: durante el secuestro aprendió a orar, se abandonó a Dios, algo que enseñaría después a muchos discípulos.

Durante ese secuestro se produjo también un malentendido que le provocaría un sufrimiento enorme, a él, a su compañero de secuestro y a su superior jesuita, el P. Jorge Bergoglio. Franz Jalics y Orlando Orio pensaron que la persona que había delatado a los militares su presencia en la villa miseria había sido el P. Jorge Bergoglio. Franz Jalics solo quiso hablar una vez de esto: “Yo mismo creí ser víctima de las denuncias, pero al final de los 90, después de muchas conversaciones, me di cuenta de que las sospechas fueron infundadas; por lo tanto es falso afirmar que mi captura y la de mi compañero tuvieron lugar por iniciativa del padre Bergoglio (Papa Francisco en la actualidad)”. En el año 2000, Franz Jalics y su antiguo superior pudieron celebrar juntos la misa, abrazarse y reconciliarse.

Tras ser liberado por los militares, Jalics abandona Argentina e inicia una búsqueda espiritual en las escuelas orientales del conocimiento. Bajo la guía de Ramana Maharshi, se adentra en la espiritualidad oriental. Este hecho suscita la incomprensión y la crítica de muchos de sus compañeros jesuitas. Finalmente, Jalics deja la Compañía de Jesús y funda una casa de oración en Gries, Baviera. Su madre se instala junto a él. Tendrán que pasar muchos años antes de que Jalics acepte la invitación de incorporarse de nuevo a la Compañía.

Poco a poco Franz Jalics se fue convirtiendo en maestro de oración. En 1994 publica un libro fundamental, “Ejercicios de contemplación”. Un libro denso y profundo, pero que contiene un método preciso y pautado para meditar. Este libro ha obtenido su máxima difusión gracias al empeño de Pablo d’Ors, fundador de los Amigos del Desierto.

Un día de diciembre de 2012, un desconocido entró en el despacho del hospital madrileño Ramón y Cajal, donde Pablo d’Ors ejercía de capellán. Le felicitó por su obra Biografía del silencio y le regaló, sonriendo, un libro: “Ejercicios de contemplación”, de Franz Jalics. Pablo d’Ors nunca había oído hablar de su autor. Empezó a leerlo, a subrayarlo, a anotar lo que ese libro le sugería. Supo muy pronto que este libro le cambiaría la vida. Poco después, viajó a Alemania para conocer a Franz Jalics. Durante doce días conversó a diario con él. Le preguntaba, le pedía opinión, le abría su corazón. Pablo d’Ors comprendió que “me encontraba ante un gran maestro espiritual, posiblemente un santo. Aquel hombre irradiaba una gran fuerza y bondad: nunca nadie me ha producido una conmoción tan profunda. Jalics no aportaba soluciones a los problemas que le presentaba, pero me bastaba que los pusiera ante él para que se disolvieran”.

Como ha sucedido a tantos discípulos de Jalics, cuando Pablo d’Ors regresó a Madrid era otro. En 2014 fundó Amigos del Desierto sobre dos pilares bien significativos: Charles de Foucauld y Franz Jalics.   

Javier Melloni escribió una vez a propósito de Jalics: “El problema de muchos maestros o místicos cristianos es que explican los efectos de la oración, pero pocos se detienen en esclarecer cómo orar”. Y Esteban Azumendi, por su parte, comentó: “Muchas personas “saben” que Dios existe, que “Dios está acá”, que “Dios los ama”. Sin embargo, este conocimiento se encuentra alejado de la experiencia: “Dios está, pero no lo percibo”; Jalics ha ayudado a muchos a descubrirlo”.

En 2017, Franz Jalics regresa a su Hungría natal donde finalmente fallece el 13 de febrero de 2021. Los que pudieron verlo en sus últimos años dicen que su rostro irradiaba una luz única, de felicidad y de santidad. Su legado sigue inspirando a muchos en todo el mundo. El mejor epitafio a la vida de este místico, probablemente lo escribió el propio Pablo d’Ors: Los maestros nunca se marchan; nos dejan lo más hermoso y necesario: un camino”.








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