lunes, 21 de abril de 2025

El árbol generoso

 


The giving tree es un cuentecillo de apenas dos páginas. Fue escrito por el prolífico autor norteamericano Shell Silverstein, para sus dos hijos, como una manera de entretenerles pero a la vez de provocar en ellos la reflexión. En español se conoce como El árbol generoso. El P. Leo Bigelli profesaba una admiración increíble por este cuento. Y en el internado de Aguilar de Campoo, el cuento servía en campamentos y cursillos como material para la reflexión. El cuento provocaba debate y discusión,  análisis de actitudes, promesas y compromisos de bondad y oraciones ingenuas y sinceras. En alguna ocasión se llegó a poner en escena esta pequeña obra maestra, que Silverstein publicó en 1964, con ilustraciones propias, y que fue traducido a más de treinta idiomas, y utilizado hasta el infinito como material pedagógico en los colegios.

 El cuento narra la relación entre un niño y un árbol. Él árbol se siente feliz cada vez que puede ayudar a su amigo en cada una de las etapas de su vida: al niño le regala sus ramas para columpiarse y sus hojas para tejer una corona; al joven, le ofrece sus frutos para que los pueda vender y ganarse un dinero; al casado le entrega sus ramas para construir una cabaña donde vivir; al adulto desencantado le da su tronco para hacer una canoa y recorrer el mundo; al anciano cansado le ofrece lo único que le queda: un tocón donde descansar como cualquier viejecito al sol. Y en todos los momentos, el árbol se siente feliz por poder ofrecer algo de lo suyo a su amigo, para hacerle la vida más fácil y llevadera, sin reprocharle ni exigirle nada a cambio.

Y cuando el cuento acababa de ser leído, llegaban en tromba las preguntas: “¿Somos felices cuando damos y facilitamos la vida a los demás? ¿La felicidad es dar, o mejor dicho, darse? ¿Nos acordamos del árbol únicamente cuando nos van mal las cosas y necesitamos algo? ¿Quién es este árbol feliz? ¿A quién podríamos compararlo? ¿Quién es el niño, el joven, el adulto y el anciano? ¿Con quién nos identificamos? ¿Qué significan el columpio, las manzanas, las ramas, el tronco, el tocón?  ¿Es el cuento la relación entre un egoistón y un generoso hasta el extremo? ¿Es una historia triste porque el niño se aleja continuamente del árbol? ¿O es una historia luminosa, porque al final quedan los dos, el niño-anciano y el árbol-tocón, enlazados para siempre?

         Alrededor del fuego de campamento o a la sombra de la chopera del Colegio San José, los niños y adolescentes meditábamos, reflexionábamos, orábamos y escribíamos compromisos para el día siguiente o para la vida entera. Los niños que en los años setenta del pasado siglo escuchábamos el cuento ya somos sesentones o casi  setentones, ¿Qué ha habido en nuestra vida de árbol generoso y qué de niño? ¿Para quién hemos sido árbol generoso? ¿Ante quién hemos sido eterno niño pedigüeño?

Lo que es cierto es que yo no me había vuelto a acordar de este cuento en muchos años. Pero el pasado Viernes Santo, en los oficios de la Pasión de mi parroquia, el P. Alberto Ruiz recordó en la homilía este cuento, poniendo en paralelo el árbol generoso del cuentecillo y el árbol de la cruz donde pende el Crucificado. Y en ese momento, como en el episodio de la magdalena de Marcel Proust, me acordé del cuento, de los campamentos y cursillos del Colegio San José, y del querido P. Leo Bigelli, que en todo ponía pasión, música y poesía.

         En 2011, en un viaje a Italia, visité a Leo Bigelli, mi antiguo educador. Por entonces trabajaba en Milán, en la Casa Gastone, una casa de acogida para personas sin techo. Compartí la cena con Leo y sus amigos, y noté al instante que todos ellos le querían como a un padre. ¿Pero cómo no iban a quererle si había salido por las calles de un Milán inhumano a buscarlos, los había llevado a su casa, les había devuelto la autoestima, les había llamado ‘amigos’, y preparaba cada noche el tupper de comida y el termo de café con leche para aquellos a los que había buscado un pequeño trabajo que les ocuparía parte del día y les devolvería la dignidad?

         Leo Bigelli nos hizo descubrir muy pronto El árbol generoso, pero también El Principito, un libro que luego me ha acompañado tanto. No sé hasta qué punto, teniendo en cuenta las cabezas atolondradas de adolescentes, este Árbol generoso haya sido semilla y brote y fruto en nuestra vida. Quiero creer que algo habrá quedado de aquel cuentecillo.







Te puede interesar también: 

Texto de El árbol generoso, de Shell Silverstein
https://www.sparkenthusiasm.com/teacher_treasures_el_arbol_generoso.pdf

Concesión del Panettone de Oro a Leo Bigelli
https://adanbreca.blogspot.com/2025/04/un-panettone-de-oro-para-leo-bigelli.html



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