lunes, 24 de marzo de 2025
Jesús es consolado en la Calle de la Amargura
viernes, 21 de marzo de 2025
Pablo d’Ors: profeta del silencio
Ethic es una revista de pensamiento que “analiza las tendencias y desafíos globales a través de una mirada humanista y liberal”. De vez en cuando la hojeo e imprimo algunos artículos que en varias ocasiones me han acompañado en mis viajes en tren o en bus. Hace unos días descubrí que el artículo publicado en Ethic más leído de 2024 había sido la entrevista que hizo Esther Peñas a Pablo d’Ors, escritor, sacerdote, fundador de Amigos del Desierto y, sobre todo, un profeta del silencio en estos tiempos de descomunal ruido. La entrevista lleva un significativo título: “El éxito es el reflejo de la soledad”.
¿Y
de qué habla Pablo d’Ors en esta entrevista? Define la meditación como “la contemplación de nuestra interioridad, que
presupone una mirada amorosa sobre nosotros mismos y sobre el mundo”. Cree que somos víctimas de una accionismo
perturbador: “Hemos hecho un mito del
pensamiento y de la acción y somos víctimas del espejismo prometeico de creer
que somos nosotros los que vamos a cambiar el mundo. Si dejásemos que las
cosas siguieran su curso, descubriríamos que muchas veces su deriva es mucho
mejor que cuando nosotros intervenimos”. Habla de sus autores preferidos:
Stefan Zweig, Hesse, Kafka y de algunos libros sobre los que vuelve a menudo:
Ejercicios de Contemplación (Jalics), Stoner (John Willian), El peregrino ruso…
D’Ors coincide con San Agustín en que la libertad no es hacer lo que te da la
gana, sino elegir el bien, porque esto te hace verdaderamente libre. Afirma que
cuando alguien necesita, consciente o inconscientemente, la aprobación y el
reconocimiento de los demás, es que se siente muy solo. En más de una ocasión
ha dicho que en este siglo XXI falta una literatura de la luz: “La literatura, como decía Kafka ha de ser un puñetazo en la cara, pero
yo añado que también una caricia; la literatura ha de interpelarnos,
provocarnos, cuestionarnos, pero también consolarnos, estimularnos y
acompañarnos”. “La buena literatura te
ayuda a ser persona. El Quijote nos ayuda a comprender mejor la
condición humana y a vivirla con más intensidad y dignidad”
Pablo
d’Ors nació en Madrid en 1963 en el seno de una familia de humanistas e
intelectuales, en la cual se respiraba una atmósfera de cultura germánica. A
los 29 años fue ordenado sacerdote claretiano. Realizó estudios en Nueva York,
Roma, Praga y Viena. Estuvo de misionero en Honduras, y de vuelta a España fue
capellán universitario, donde tuvo más de un encontronazo con las autoridades
eclesiásticas de la época. Entró en contacto con la enfermedad y el final de la
vida, cuando empezó a trabajar como capellán en el hospital Ramón y Cajal. Allí
conocería a la doctora África Sendino que le abrió su corazón en sus últimas
semanas de vida. Fruto de estas conversaciones, surgió “Sendino se muere”.
Un
buen día le regalaron un libro “Ejercicios
de contemplación”, del jesuita húngaro Franz Jalics. La lectura de este
libro le cambió la vida y le hizo comprender, ya sin dudas, su misión y su
lugar en el mundo. Marchó a Baviera, Alemania, para conocer y escuchar a este
contemplativo para quien el secreto de una vida espiritual consiste no en
obrar, sino en ser. Durante 12 días, Pablo d’Ors se sintió escuchado y amado
por este venerable anciano que había alcanzado la luz y la irradiaba.
En
2012 Pablo d’Ors publicó un libro breve titulado “Biografía del silencio”. Obtuvo un éxito clamoroso. Un ensayo sobre
el silencio se convirtió en best-seller como si fuera una novela policiaca. En
2014, funda la asociación Amigos del Desierto, una red abierta de
meditadores que muy pronto se extendió por muchas provincias españolas (creo
que en este momento ya hay 60 grupos) y que ha sobrepasado las fronteras, y se
encuentra ya en Italia, Portugal, Argentina, Chile, Colombia, Venezuela, Uruguay,
México, Ecuador, Perú y Estados Unidos. El Papa Francisco nombró a Pablo d’Ors
miembro del Consejo Pontificio de la Cultura.
Amigos
del Desierto tiene un fundador: Pablo
d’Ors, un padre: Charles de Foucauld
(La biografía de Pablo sobre este hermano universal y morabito del desierto,
titulada “El olvido de sí”, es para mí su mejor obra), un maestro: Franz Jalics, y una tradición: el hesicasmo (los hesicastas del siglo
V buscaban la paz a través de la quietud y constituye algo así como la
contrapartida cristiana del yoga). Y a este carisma de los Amigos del Desierto,
hay que añadir el icono de la Trinidad
del maestro ruso Rublev, ante cuya imagen se reúnen los meditadores en
silencio y quietud absolutas.
Pablo
d’Ors parte de que el mal de nuestra sociedad está en la dispersión de la
atención y en el ruido, verdadero terrorismo que condiciona y empeora nuestras
vidas. Se necesita por tanto la meditación, para volver al centro de uno mismo.
La meditación sólo requiere silencio y quietud. Y no es reflexión, porque esta
activa la inteligencia, mientras que la meditación activa la percepción que es
escucha y sentimiento.
He escuchado
a Pablo en conferencias y en presentaciones de libros. Y en un par de ocasiones
he compartido mesa y sobremesa con él. Y creo que el éxito de sus libros y el
éxito de Amigos del Desierto radica en su propuesta de una vida meditativa en
la que el silencio, la quietud y la lentitud sean ingredientes necesarios para una
existencia transformadora. El silencio da la espalda a la presión productiva, a
la agitación interior, al no saber estar quietos y al necesitar continuamente
hacer cosas, realizar experiencias y tener sensaciones estimulantes. Y
precisamente en esta sociedad occidental en que nos movemos y en que todo se
quiere consumir y vomitar inmediatamente para devorar de nuevo, su propuesta de
silencio, su modelo de meditación, su búsqueda de la unicidad y su anhelo de
mirada amorosa a la interioridad es una propuesta a contracorriente y, por
ello, oportuna y necesaria.
Confieso
que no soy nada objetivo al hablar de Pablo d’Ors al que descubrí hace
algunos años y al que sigo con admiración, no sólo por su literatura, sino
también por su personalidad luminosa. No me extraña, por lo tanto, que sus
libros sean tan leídos, sus conferencias tan escuchadas y su red de meditadores
crezca en tantas partes. La semilla de trigo necesita el silencio absoluto de
la tierra en invierno para germinar en primavera y dar fruto. Probablemente, el
alma humana necesita idéntico silencio para brotar y dar fruto.
jueves, 20 de marzo de 2025
Días de lluvia y lluvia
Llueve casi a diario desde hace un par de meses, aunque es una lluvia
lenta, que no causa estropicios y desastres, muy al contrario de lo que está
pasando en otras regiones de España. En días de lluvia persistente, la línea del
cerro san Cristóbal se borra y se funde con el horizonte, formando un cuadro
abstracto de todas las tonalidades del gris. Por aquello de la memoria involuntaria, que diría Marcel
Proust, me he acordado de la novela de Camilo José Cela ‘Mazurca para dos
muertos’, en la cual la lluvia es una de las protagonistas. Llueve y llueve en
esa novela, y a medida que pasan las hojas, las gotas de lluvia entran en los
ojos y en el alma del lector, creando una atmósfera de humedad invasiva,
inverniza, monótona y gris. Y probablemente nunca un escritor ha sabido
reflejar mejor esa cadencia lenta, insistente, contumaz del orvallo galaico.
"Llueve mansamente y sin parar, llueve sin ganas pero con una infinita
paciencia, como toda la vida, llueve sobre la tierra que es del mismo color que
el cielo, entre blando verde y blando gris ceniciento, y la raya del monte
lleva ya mucho tiempo borrada. Llueve con tanta monotonía como aplicación desde
el día de San Ramón Nonato, a lo mejor desde antes aun, y hoy es San Macario,
que trae suerte a los naipes y a las papeletas de la rifa. Orvalla despacio y
sin parar desde hace más de nueve meses sobre la yerba del campo y los
cristales de mi ventana, orvalla pero no hace frío, quiero decir mucho frío”.
lunes, 17 de marzo de 2025
'Escort' con tarjeta oficial
No hay nada nuevo bajo el sol. Mientras el Partido Socialista
insistía una y otra vez en que era su intención prohibir la prostitución, el
ministro Ábalos buscaba en un catálogo de alta gama una o varias escort, como se dice ahora, y que en
romance paladino, se ha dicho siempre prostituta o cualquiera de las 200
palabras que la rica lengua de Cervantes tiene para nombrar a las mujeres del
llamado oficio más viejo de del mundo.
Y es que mientras un ciudadano corriente y moliente,
cuando acude a un prostíbulo o requiere la presencia de una escort en su
domicilio, saca su billetera y paga de su bolsillo, parece que algunos políticos
pagan con la tarjeta black a cuenta del erario público y, además, agasajan a la
‘acompañante’ con un despacho en el Ministerio o con un piso en una zona bien
de la capital.
Se ve que proclamarse feminista o decir ante los
micrófonos que uno es el más feminista de todos y todas, sale gratis. Y nunca
mejor dicho: sale gratis al político que elige en el catálogo a la escort de
turno. Otra cosa es lo que cueste a la caja común de todos.
Y, según se ha sabido, el ministro trató con tanta
galanura y prodigalidad a las escorts que una agencia de publicidad del sector
ha utilizado la foto del Sr. Ábalos para hacer campaña y lanzar eslogan: “Aquí encuentras las escorts favoritas de
los ministros”. ¡Caramba. A modernidad no hay quien nos gane!
sábado, 15 de marzo de 2025
El príncipe de Ghana, de Gustav Klimt
Una de las noticias de la reciente feria de arte TEFAF ha sido la venta por 15 millones de euros de un retrato de Gustav Klimt, cuya pista se había perdido hace muchas décadas. Lo que tiene de particular este cuadro de Klimt es el retratado: un joven africano, visto de perfil.
William Nii Nortey Dowuona era un joven príncipe de la tribu Osu,
actual Ghana. Había llegado con su familia a Viena y encontró trabajo en el Parque
de Atracciones de Viena, concretamente en el área del zoológico. Ahora nos parece
una monstruosidad, pero a finales del siglo XIX, era bastante frecuente que en estos parques de atracciones expusieran públicamente a gentes de diversas
latitudes, razas y colores, en medio de decorados que indicaban su procedencia.
Acudir a los zoos para ver expuestos aborígenes, como objetos exóticos,
constituía una de las actividades divertidas y modernas de la buena sociedad
vienesa, después de tomarse un café en el
Sacher o dejarse ver por la Ópera.
Allí en el Prater de Viena, el más antiguo parque de atracciones
del mundo, los pintores austriacos Gustav Klimt y Frantz Matsch vieron
expuesto, como un objeto decorativo o como un animal hermoso, al joven príncipe
ghanés. Y ambos pintores decidieron
retratarlo, tal vez por su belleza, tal vez por su exotismo. El cuadro de Frantz Matsch se encuentra en el
Museo Nacional de Luxemburgo. Muy pronto la obra de Klimt fue adquirida por
Ernestine Klein que la mantuvo en su casa hasta 1938, cuando salió huyendo a Mónaco,
para evitar las redadas nazis contra los judíos. El cuadro tal vez fue
subastado forzosamente por sus propietarios para poder salir del país, o tal
vez fue abandonado en casa, después de la huida precipitada camino del exilio. Desde entonces andaba perdido.
Hace un par de año, una pareja llevó el cuadro a una sala de
subastas de la ciudad holandesa de Maastricht. Después de la limpieza de los
barnices oxidados, no cupo duda a nadie de que se trataba del cuadro del
príncipe ghanés de Klimt. Pero los herederos de Ernestine Klein interpusieron
una demanda judicial que les fue favorable, lo que les ha permitido embolsarse los 15
millones de euros por los que fue vendido en la reciente feria de arte TEFAF de
Maastricht.
¿Qué fue de la vida del príncipe ghanés? Google no devuelve ni una
sola línea cuando se le pregunta sobre la existencia de William Nii Nortey Dowuona.
¿Volvería alguna vez a su tierra, a su tribu, a su lengua y a sus cantos en
Ghana? ¿Murió de viejo y fue enterrado en cualquier cementerio para pobres de
la capital austriaca? Tampoco sabemos si Klimt y su amigo pintor Matsch pagaron
algún dinero al modelo del cuadro, lo que le hubiera permitido, al menos,
acudir por una vez a un baile de valses de Strauss o tomarse un café con tarta
en el café Sacher. Nada sabemos.
Semana Santa: flores y caridades
En una
entrevista reciente el obispo de Granada, Gil Tamayo, ha hablado sobre las
hermandades de Semana Santa y sobre algunos cambios o modificaciones que
deberían hacerse en su interior si quieren aún seguirse llamando hermandades cristianas.
El obispo pide más sensibilidad social, más cercanía a los pobres, más vida
interior. Las procesiones de Semana Santa no son desfiles cívicos o militares, cabalgatas
o paradas competitivas para ver quién impresiona más con la forma de llevar el
paso, las bandas musicales o las flores que adornan la imagen titular. Y una
frase resume todo este tirón de orejas a las hermandades: “no se puede
gastar más dinero en flores que en actos de caridad”. No voy a negar la
belleza de las tallas procesionales ni esa puesta en escena que sobrecoge, pues
la fe y la religiosidad también necesitan lo sensible y lo emocional. Pero se
echan en falta a las hermandades y sus miles y miles de cofrades en las obras de
caridad de cada ciudad, más allá del domingo de Resurrección,
lunes, 10 de marzo de 2025
La hora de Europa
Al día siguiente de la victoria
de Donald Trump un analista político escribía algo así como que la razón de la
contundente victoria de Trump se debía a que los políticos demócratas habían
hablado a los votantes de cosas que interesaban sólo a minorías o sobre temas
que les tocaban tangencialmente (cambio climático, agenda 2030, derechos LGTBI,
cultura woke). Durante la campaña electoral, se habría dado una disociación
entre los discursos políticos y las necesidades elementales de los votantes
(trabajo, sanidad pública para todos, derechos laborales, vivienda, etc.).
Trump era un conocido candidato
para todos, precisamente porque había gobernado en Estados Unidos durante
cuatro años, y porque su vida política o privada había acabado en muchas
ocasiones en los tribunales. En su campaña no había engañado a nadie sobre sus
intenciones y sobre sus formas, ni diplomáticas ni corteses. ¿Qué soñaba el
ciudadano medio americano para votar a Trump? Probablemente había millones de pequeños
Trump entre los votantes norteamericanos: desprecio hacia el adversario, rudeza
en las formas y un insatisfecho deseo de
prosperidad personal, importándoles un rábano lo que sucede más allá de las
fronteras del país de Tío Sam (tal vez por esa razón, muchos de los migrantes
residentes en territorio estadounidense le votaron, sin preocuparse de la
suerte de los que deseaban cruzar la frontera). Quien deseaba de nuevo una América Great, en el fondo deseaba
engrandecerse él mismo, prosperar él mismo, y el resto del mundo le daba igual.
Han bastado escasas semanas
desde la toma de posesión de Donald Trump para que nos diésemos cuenta de que
las baladronadas del inquilino de la Casa Blanca iban en serio, aranceles a
otros países, políticas migratorias restrictivas y, sobre todo, tal vez por lo
que nos afecta, guerra de Ucrania.
Y la guerra de Ucrania nos
afecta por el destino y la suerte de millones de ucranianos, pero de una manera
especial porque la traición de EEUU a Europa ha dado pie a un discurso armamentista
en todos los líderes europeos, la presidenta de la Comisión Europea, Ursula vor
der Leyen, a la cabeza. En pocos días ha ido calando en la población europea,
de norte a sur y de este a oeste, la necesidad de contar con un ejército
fuerte, lo que significa aumentar el gasto militar a cifras estratosféricas. Las empresas de armas -y los gobiernos que están tras ellas- se frotan las manos. Nunca sabremos si la guerra necesita armas o si son las armas las que necesitan las guerras. Y
aumentar el gasto militar significará, aunque no se dice, disminuir el gasto
social en sanidad y educación, las políticas igualitarias, las ayudas a los más vulnerables que ya
dábamos por hecho. Si las cosas van a mayores, probablemente las tropas
europeas volverán a los frentes y a los campos de batalla, y los frentes nos
devolverán los muertos y los mutilados. En fin, el retroceso del Viejo
Continente a los años ’40 del pasado siglo.
No es la primera vez que ocurre
en suelo europeo que dos potencias se ponen de acuerdo y se anexionan
territorios, sin que la opinión de la población anexionada cuente para nada.
Esta entente Rusia-Estados Unidos,
viejos y nuevos imperialistas, da mala espina y es de mal agüero. ¿Por cuánto
tiempo Europa podrá o querrá sostener a Zelensky? ¿No se convertirán los
territorios ucranianos, sus recursos naturales, las ‘tierras raras’, en objeto
de codicia o en el pago del préstamo de guerra, que habíamos pensado que era
puro altruismo, generosidad y solidaridad internacionales hacia Zelensky y sus sufridos
conciudadanos?
Vivimos tiempos ásperos. Rudos
tiempos. Ya ni siquiera se envuelve en un envoltorio de cortesía y de civilidad
la cruda realidad del imperio de los fuertes sobre los débiles. Siempre se dijo
que, “cuando no se podían salvar los
principios, había que salvar al menos las formas”. Todo esto parece una antigualla.
Volvemos o nos acercamos peligrosamente a la selva: ¿Acaso pide permiso el león
para pegar un par de bocados a la gacela? ¿Fue la entrevista Trump-Zelensky el
modelo presente y vigente de una diplomacia descarnada y humillante?
Esperemos que ante este panorama
general de hienas (Rusia, Estados Unidos, China y algún otro), Europa
reaccione, sacando de sí misma, de su historia milenaria y de sus valores humanos,
la grandeza y la magnanimidad de los grandes hombres y mujeres que la construyeron
a lo largo de los siglos: la verdad racional que nos dejó en herencia el
mundo helénico, el respeto al derecho civil y al principio de ciudadanía, que
es el legado de Roma, y la dignidad humana y el sentido de compasión, que es la
aportación específica del mundo judeocristiano. Si Europa quiere seguir siendo
Europa –y todo lo que esta palabra significa- ha de volver sus ojos a Grecia, a
Roma y a Jerusalén.
domingo, 9 de marzo de 2025
¿La muerte de las catedrales?
En 1904 en el periódico Le
Figaro apareció un largo artículo de Marcel
Proust con el título La mort des
cathédrales. Era su réplica a otro artículo de Aristide Briand, primer
ministro francés de la época, en el que proponía que las catedrales de Francia
fuesen secularizadas y convertidas en museos. Marcel Proust, uno de los
escritores más influyentes de toda la literatura francesa, y nada sospechoso de
clerical, escribió, entre otras cosas: “La
vida de las catedrales, la más noble y sin duda la más original expresión del
genio de Francia, depende del culto y de la liturgia que en ellas se
desarrolla. Impedir el culto sería como convertir a Francia en una playa de la
que el mar se ha retirado, dejándola sembrada de gigantescas conchas talladas,
carentes de la vida que antes se guarecía en ellas”.
Y evidentemente Proust no está
haciendo una defensa de los derechos eclesiásticos o de los propietarios de
estos edificios singulares, sino simplemente un ejercicio a favor de la belleza
suprema que representan las catedrales europeas, aún hoy el estandarte
monumental de casi todas las ciudades de este Viejo Continente, en cuanto construcciones
únicas que aúnan culto y cultura.
Estos monumentos siguen siendo
los edificios más visitados de la mayoría de las ciudades. Basta con tomar un
simple folleto turístico, tipo “10 cosas
que no puedes perderte en tal ciudad”, la catedral siempre ocupa uno de los
primeros puestos, casi siempre el primer lugar. Pero estos edificios, además de
constituir el orgullo y el atractivo de cada urbe, son los espacios sagrados
que acogen las grandes celebraciones litúrgicas, Navidad, Pascua, Corpus
Christi, la Inmaculada o del patrón local, pero también sus muros han acogido
ceremonias solemnes y acontecimientos históricos: coronaciones de reyes, entierros
de cardenales, proclamaciones de dogmas, funerales de estado, acciones de
gracia por el fin de una guerra o de una peste, consagraciones de obispos, bodas
regias, así como acontecimientos civiles que han encontrado,en sus espaciosos
recintos, cabida y solemnidad. Para Gabriel Marcel, autor de En busca del
tiempo pedido, “una representación de
Wagner en Beyreuth es un acontecimiento banal comparado con la celebración de
una misa solemne en la catedral de Chartres”.
En la retina y en la memoria
todos tenemos el recuerdo reciente de alguna celebración religiosa,
presencialmente vivida o vista por televisión, que nos impactó por la suprema
belleza del espacio donde tenía lugar: la dedicación de la Sagrada Familia de
Barcelona por Benedicto XVI o la reconsagración de Notre Dame de Paris, después
del incendio y de su reconstrucción. Pero también una Misa de Nochebuena o una
vigilia de Pascua en San Pedro de Roma. O la celebración de la Misa por el rito
mozárabe en la catedral de Toledo que antecede a la procesión del Corpus. O la
coronación del rey de Inglaterra en la Abadía de Westminster.
Tal vez el europeo medio cuando
piensa en una catedral piensa en una catedral gótica. Hubo unos siglos, los que van del XII al XV,
en que miles de europeos, arquitectos, vidrieros, albañiles, canteros, acarreadores
de agua, piedras, argamasa o maderas, orfebres, herreros, carpinteros,
pintores, techadores, bordadores, escultores, escritores y músicos supieron dar
vida a unos edificios que siglos después causan nuestro asombro, como la máxima
expresión del genio europeo. Las catedrales y las grandes iglesias conservan la
memoria de una Europa puesta en pie para elevar hasta el cielo, en suprema
armonía y majestuosa arquitectura, las
piedras que hábiles canteros tallaron a
mayor gloria de Dios. Miles de trabajadores se desplazaban de ciudad en
ciudad cuando los obispos o los reyes anunciaban el inicio de una nueva
catedral. Y hoy es sabido que también miles de mujeres participaron en la
construcción de estas ‘sacras moles’
También hoy en día se corre el
riesgo de secularizar las catedrales y convertirlas en esplendidos museos donde
la arquitectura, la escultura, la pintura y la orfebrería deslumbran a las
masas de turistas que pagan su entrada y se lanzan, móvil en mano, a
fotografiar cada rincón. Y hoy el riesgo no está en un decreto gubernamental,
como pretendía Aristide Briand a primeros del siglo XX, sino a otras causas,
entre ellas: la necesidad de hacer caja para afrontar los numerosos gastos de
estas fábricas catedralicias, y la servidumbre a las masas de turistas que
pasan de una visita a una bodega a una catedral, de una cata de queso a un
paseo en barco, de un palacio regio a un museo de aperos de labranza con la
misma presencia de ánimo e idéntica trivialidad.
Pero tal vez hay otras causas
aún más graves: la pérdida o grave disminución de la belleza litúrgica y del
misterio del rito sacramental, sin relación alguna con las vidas y las almas de
los que pasan por las catedrales. La vida litúrgica de las seos languidece de
día en día en las catedrales. Los
tiempos no corren a favor de la solemnidad de las grandes celebraciones
religiosas, que en los siglos pasados llenaban de admiración y consuelo a los
humildes devotos. Los turistas prevalecen sobre los creyentes.
Y en esta época de creciente
vulgaridad y de prisas, de pérdida del sentido del valor de los ritos y rituales pausados y sosegados, con un
clero envejecido que ya no está para estas fiestas, o con un clero joven, más dado
a la informalidad, a las prisas, a las dos guitarritas, a las palmadas y
aplausos…, la celebración solemne de una misa o de cualquier acto litúrgico
serán cada vez más raros en las
catedrales, y más extraños a nuestro siglo. Este espíritu del tiempo que todo
lo invade irá reduciendo las catedrales a monumentos espectaculares pero muertos, lugares de cultura pero sin culto, para gloria de las ciudades y pasatiempo de los turistas.
sábado, 8 de marzo de 2025
Hermana, de Jon Fosse
Hermana es una brevísima novela o
cuento largo de Jon Fosse, lleno de
lirismo y de una sencilla profundidad. La infancia es también ese territorio
donde sufrimos y nos sentimos solos e incomprendidos por todo el mundo, aunque
esa misma infancia no sea especialmente dramática ni mucho menos. Pero el niño
no comprende que se le reproche, por ejemplo, por preferir echarse la siesta
sobre las altas hierbas del campo en lugar de sobre un mullido colchón. O que
se le busque a voces cuando el niño pasea por la playa ensimismado en el eterno
sucederse de las olas, o que se le haga sospechar del dulce ofrecido por unos
vecinos o que se repita una y otra vez y se haga risa y broma del comentario
que el pequeño protagonista hizo cuando tenía dos años y una visita le apretó
contra su voluminoso pecho y él, al ver el canalillo, dijo si era ahí donde la
buena mujer tenía el culo. Y el niño se siente tristemente solo e incomprendido,
aunque cuando le invade la tristeza, apoya su mano en la dulce cabellera de la
hermana, y siente un poco de alivio.
martes, 4 de marzo de 2025
¿Interesan las mujeres o los votos?
En los últimos meses, dos políticos
muy señalados han recibido denuncias de presuntos abusos por parte de algunas
compañeras del partido. Podemos y Sumar hicieron de la cuestión feminista un
dogma de fe y lincharon sin contemplaciones a cualquier hombre contra el que se
presentase una denuncia, independientemente de la debida presunción de
inocencia y de la sentencia judicial. Cuando alguien se cree puro e
incorruptible, se pone por encima de todo el mundo e imparte lecciones de
moralidad a troche y moche, mal asunto. Y no es que yo me escandalice de que estos
políticos hayan caído en la hipocresía o en la práctica de lo que ellos
denunciaban, nada de eso. Las contradicciones y las incoherencias están a la
orden del día. Y nunca debemos olvidar que de barro fuimos formados. También estos
señores políticos deben gozar de la presunción de inocencia.
Pero lo ocurrido da para para
hacerse preguntas. Cabría preguntarse por qué las mujeres con poder en estos
partidos que, según se nos cuenta, conocían los desmanes de uno y de otro desde
hacía algún tiempo, hayan sido tan comprensivas con sus jefecillos y, en cambio,
fustigasen con ira a cualquier hombre acusado de algo parecido (recuerden las
algaradas por el beso de Rubiales a Jenny). E igualmente debemos preguntarnos: ¿Interesaba
verdaderamente a los políticos y políticas la dignidad de las mujeres, el
cambio de paradigma en el comportamiento de los hombres respecto a las mujeres,
o interesaba únicamente hacerse con el movimiento feminista, manejarlo a su
antojo y obtener buenos resultados en las urnas? ¿Interesaban, en fin, las mujeres
o los votos?
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