En los últimos meses, dos políticos
muy señalados han recibido denuncias de presuntos abusos por parte de algunas
compañeras del partido. Podemos y Sumar hicieron de la cuestión feminista un
dogma de fe y lincharon sin contemplaciones a cualquier hombre contra el que se
presentase una denuncia, independientemente de la debida presunción de
inocencia y de la sentencia judicial. Cuando alguien se cree puro e
incorruptible, se pone por encima de todo el mundo e imparte lecciones de
moralidad a troche y moche, mal asunto. Y no es que yo me escandalice de que estos
políticos hayan caído en la hipocresía o en la práctica de lo que ellos
denunciaban, nada de eso. Las contradicciones y las incoherencias están a la
orden del día. Y nunca debemos olvidar que de barro fuimos formados. También estos
señores políticos deben gozar de la presunción de inocencia.
Pero lo ocurrido da para para
hacerse preguntas. Cabría preguntarse por qué las mujeres con poder en estos
partidos que, según se nos cuenta, conocían los desmanes de uno y de otro desde
hacía algún tiempo, hayan sido tan comprensivas con sus jefecillos y, en cambio,
fustigasen con ira a cualquier hombre acusado de algo parecido (recuerden las
algaradas por el beso de Rubiales a Jenny). E igualmente debemos preguntarnos: ¿Interesaba
verdaderamente a los políticos y políticas la dignidad de las mujeres, el
cambio de paradigma en el comportamiento de los hombres respecto a las mujeres,
o interesaba únicamente hacerse con el movimiento feminista, manejarlo a su
antojo y obtener buenos resultados en las urnas? ¿Interesaban, en fin, las mujeres
o los votos?
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