No hay nada nuevo bajo el sol. Mientras el Partido Socialista
insistía una y otra vez en que era su intención prohibir la prostitución, el
ministro Ábalos buscaba en un catálogo de alta gama una o varias escort, como se dice ahora, y que en
romance paladino, se ha dicho siempre prostituta o cualquiera de las 200
palabras que la rica lengua de Cervantes tiene para nombrar a las mujeres del
llamado oficio más viejo de del mundo.
Y es que mientras un ciudadano corriente y moliente,
cuando acude a un prostíbulo o requiere la presencia de una escort en su
domicilio, saca su billetera y paga de su bolsillo, parece que algunos políticos
pagan con la tarjeta black a cuenta del erario público y, además, agasajan a la
‘acompañante’ con un despacho en el Ministerio o con un piso en una zona bien
de la capital.
Se ve que proclamarse feminista o decir ante los
micrófonos que uno es el más feminista de todos y todas, sale gratis. Y nunca
mejor dicho: sale gratis al político que elige en el catálogo a la escort de
turno. Otra cosa es lo que cueste a la caja común de todos.
Y, según se ha sabido, el ministro trató con tanta
galanura y prodigalidad a las escorts que una agencia de publicidad del sector
ha utilizado la foto del Sr. Ábalos para hacer campaña y lanzar eslogan: “Aquí encuentras las escorts favoritas de
los ministros”. ¡Caramba. A modernidad no hay quien nos gane!
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