viernes, 19 de febrero de 2016

El amor armado, de J.M. Mendiluce


Dos capítulos me han llamado la atención del libro de José Mª Mendiluce, El amor armado, el dedicado a Nicaragua, recién estrenada la revolución sandinista, y el que cuenta el cerco de Sarajevo dentro de la guerra de la antigua Yugoslavia.
Para Mendiluce, la revolución sandinista quiso aunar lo mejor del comunismo y lo mejor del cristianismo, pero ni la revolución era buena para los comunistas, ni era buena para los cristianos. Desde Honduras, EEUU hostigó a los sandinistas mediante la Contra. Es éste uno de los episodios más dramáticos de esa ingerencia norteamericana en todos los asuntos de hispanoamérica. Mendiluce dedica unas páginas a la visita polémica que Juan Pablo II realizó a Nicaragua. Mendiluce dice que tanto el Gobierno como el pueblo nicaragüense estaban bienintencionados respecto a la visita de Wotyla, pero que desde su llegada al aeropuerto Juan Pablo II regañó a los ministros sacerdotes. El clima se fue enrareciendo y durante la misa central, el pueblo empezó a corear consignas de paz que crisparon los nervios a los vaticanistas y a Occidente.
El amor armado es un libro de recuerdos de José Mª Mendiluce (para el autor este era su libro más querido) en su papel de mediador como alto representante de ACNUR en conflictos como Angola, Nicaragua, el Kurdistán, Bosnia, Guatemala, etc. Mendiluce tiene un tono más aventurero cuando habla de su estancia en África, quizás era más joven. Pero el tono del libro adquiere tintes dramáticos, de clara denuncia en el caso de Sarajevo. La pasividad occidental, la incapacidad de las fuerzas de la Onu, la equidistancia de los políticos que hablaban de conflicto armado en lugar de limpieza étnica por parte de los serbios respecto a los bosnios, el pacifismo tontorrón de quien lanza consignas de buen tono mientras los armados reparten tiros, obuses y violaciones a diestro y siniestro. El pacifismo de los que dicen que no les gusta el odio como si eso bastase para que desapareciera. De los que predican una cultura de la paz, del desarme, pero no parecen darse cuenta de que entretanto se mata, se viola, se destruye.
Si queremos sobrevivir en nuestro derecho a ser como somos, tendremos que entender que en tiempos de guerra y de conflictos, sólo cabe un pacifismo beligerante para defendernos de los que nos odian, mientras seguimos tratando de construir una cultura de la paz, de la tolerancia, una cultura positiva de la diversidad.

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