¿Se sentirá
orgullosa e ingeniosa Ada Colau de su ‘Gora marion-eta’? Puede que sí. Quizás
hemos llegado a un punto en que todo da igual. Y bajo la capa de ‘libertad de
expresión’ cabe todo, también la ofensa a las víctimas. Quizás en el marco de
una obra teatral se puede decir lo que se quiera o se crea oportuno, ya que, al
fin y al cabo, es ficción, creatividad. La cuestión más seria es cuando una
función se representa para un público infantil. No parece que el ahorcamiento
de un juez, la violación de una monja o el grito de ‘Gora Eta’ sean muy
adecuados para unos niños, en los que sólo se puede crear confusión moral.
¿Pero no es acaso el propósito último crear confusión ética ya en los más
pequeños? En estos mismos días hemos recordado los 20 años del asesinato de
Fernando Múgica y de Tomás Valiente, que sacudieron el corazón y las conciencias
de las gentes de esta España nuestra. Lo hemos olvidado demasiado pronto. Y más
pronto hemos olvidado que, durante muchos años, gentes del propio País Vasco,
en proporción considerable y escandalosa, jaleaban a los terroristas y
humillaban a las víctimas y a los familiares de estas, hasta negarles el pan y
la sal.
Con motivo del 20
aniversario de Fernando Múgica, su hijo Rubén recordaba en una entrevista a su
padre: “Mi padre era un donostiarra hasta la médula, un vasco hasta la médula,
socialista desde el franquismo mismo y abogado. Un apasionado de su ciudad, de
la abogacía y del partido socialista". Pero no satisfechos con matar a su
padre, buscaron convertir a la familia y amigos en apestados. "En la casa
familiar nos hicieron pintadas, a mi madre la escupieron por la calle, a los
tres hijos nos insultaban por la calle y tuvimos que disponer de protección
policial con escolta desde unos días después del crimen. Era el decorado que
los ‘batasunos' tenían diseñado para las familias y para las víctimas del
terrorismo. Las víctimas tenían que ser enterradas y sus familiares
silenciados".
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