martes, 16 de febrero de 2016

Sobre titiriteros y sobre víctimas



    ¿Se sentirá orgullosa e ingeniosa Ada Colau de su ‘Gora marion-eta’? Puede que sí. Quizás hemos llegado a un punto en que todo da igual. Y bajo la capa de ‘libertad de expresión’ cabe todo, también la ofensa a las víctimas. Quizás en el marco de una obra teatral se puede decir lo que se quiera o se crea oportuno, ya que, al fin y al cabo, es ficción, creatividad. La cuestión más seria es cuando una función se representa para un público infantil. No parece que el ahorcamiento de un juez, la violación de una monja o el grito de ‘Gora Eta’ sean muy adecuados para unos niños, en los que sólo se puede crear confusión moral. ¿Pero no es acaso el propósito último crear confusión ética ya en los más pequeños? En estos mismos días hemos recordado los 20 años del asesinato de Fernando Múgica y de Tomás Valiente, que sacudieron el corazón y las conciencias de las gentes de esta España nuestra. Lo hemos olvidado demasiado pronto. Y más pronto hemos olvidado que, durante muchos años, gentes del propio País Vasco, en proporción considerable y escandalosa, jaleaban a los terroristas y humillaban a las víctimas y a los familiares de estas, hasta negarles el pan y la sal.
    Con motivo del 20 aniversario de Fernando Múgica, su hijo Rubén recordaba en una entrevista a su padre: “Mi padre era un donostiarra hasta la médula, un vasco hasta la médula, socialista desde el franquismo mismo y abogado. Un apasionado de su ciudad, de la abogacía y del partido socialista". Pero no satisfechos con matar a su padre, buscaron convertir a la familia y amigos en apestados. "En la casa familiar nos hicieron pintadas, a mi madre la escupieron por la calle, a los tres hijos nos insultaban por la calle y tuvimos que disponer de protección policial con escolta desde unos días después del crimen. Era el decorado que los ‘batasunos' tenían diseñado para las familias y para las víctimas del terrorismo. Las víctimas tenían que ser enterradas y sus familiares silenciados".

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