jueves, 5 de julio de 2018

Autorretrato con Isabel, de Fernando Aramburu



Después de Patria, su monumental novela, Fernando Aramburu acaba de publicar Autorretrato sin mí. Un libro hermoso. Un libro poético, íntimo, inspirado en recuerdos de su andadura existencial.
En dos capítulos habla de su hija Isabel. En un sábado de los albores de invierno, un joven Aramburu seguía a toda velocidad la ambulancia que por las calles de Hannover llevaba a su hija de apenas tres meses, Isabel. Las meninges habían resultado dañadas. Y la enfermedad había perjudicado seriamente la capacidad intelectual de la niña, aunque no los rasgos faciales.
“Cumplidos los 6 años, con ocasión de una sencilla tarea escolar, descubro que no captas el concepto de cero. Insisto, empleo dibujos, me valgo de juego, pero no hay manera. Yo no se trata de que aprendieses con tardanza, como pensábamos ingenuamente, sino que un muro infranqueable impide que lleguen nociones elementales a tu mermado entendimiento”


Mucho tiempo después cuando una ambulancia corre a toda velocidad por la ciudad, Fernando vuelve a experimentar una agitación y una angustia que aún no ha conseguido dominar del todo.
En otro capítulo titulado ‘Hombre humano’, Fernando Aramburu reconoce que la presencia de Isabel ha dotado de humanidad y compasión a toda su existencia.  Es lo que reconocen muchos padres que tienen un hijo con alguna discapacidad: se sienten deudores de una humanidad y de una piedad que, de otro modo, no hubieran adquirido.
“Con aquel golpe brutal que recibiste de la vida, con la maravilla de tus ojos serenos, la limpieza de tu sonrisa y otras cosillas que me callo para no excitar los lagrimales, aprendí poco a poco a humanizarme”.
“Ser humano es mi vocación, mi tozudez y mi condena. A mí que no me saquen de ser hombre humano porque de otra forma yo no quiero ser. Seré sabiendo a qué me arriesgo, débil hasta reventar de fuerza. Me agarraré para no caerme, en medio de la noche a un palo de bondad. Recorreré las calles recogiendo las lágrimas perdidas de la gente. Te lo debo a ti, Isabel, a cuyo lado, sin que te dieras cuenta, aprendí la compasión”.
Lo he podido constatar en muchas ocasiones: padres y madres que reconocían abiertamente que su hijo o su hija con discapacidad había sido un don en sus existencias.

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