martes, 17 de julio de 2018

6 .- Nnebukwu: una casa grande para Ifunanya


  
 

Andrés y yo salimos de mañana con la furgoneta en dirección a los poblados cercanos para recoger a los "buonifigli" (nombre cariñoso para llamar a personas con discapacidad". En agosto, los 'chicos" deberían estar en sus casas, de vacaciones, pero el Centro ha ofrecido a las familias más desprotegidas la posibilidad de que los chicos y chicas con discapacidad mental pasasen parte de las vacaciones en el Centro, bajo el cuidado de un grupo de voluntarios.

            La primera parada tuvo lugar en Orso Obodo, junto a una choza de barro y techado de ramas de palmera. Un hombre estaba sentado ante el umbral de la puerta con una niña en brazos. Cuando se dio cuenta de que era la furgoneta de la misión, se puso en pie y se dirigió con la pequeña hasta nosotros. Él se quedó un instante parado y yo le tendí los brazos para tomar a la niña. Era Ifunanya. Su nombre significa ‘amor’. Andrés quiso hacerle sonreír con carantoñas y arrumacos, pero la pequeña no respondía. ‘Se encuentra mal’, me dijo. Instintivamente, puse mi mano en su frente y comprobé que tenía algo de fiebre. Ifunanya es la más pequeña del Centro de Nnebukwu, la benjamina, el juguete. Cuando ella llegó al mundo, su padre era ya un hombre de edad, tendría unos cuarenta y cinco años, y también algo tardo y lento de cabeza. Probablemente en su interior se había resignado a ser un solterón solitarios y sin familia, una verdadera maldición para un africano. Pero un buen día conoció a una chica veintipico años más joven que él, de otro poblado. Poco después supieron que esperaban un bebé. Y aquí empieza la historia de Ifunanya. Nació perfectamente.



            Como sus padres se encontraban en una pobreza más pobre, si cabe, que la de sus vecinos, una vez al mes subían a la pequeña Ifunanya a Casa Guanella; el misionero médico le hacía una revisión y los padres volvían a su hogar con un puñado de nairas para alimentos.

            Pero la pequeña Ifunaya, cuando ya contaba 18 meses, tuvo unas fiebres muy altas, probablemente malaria. Nadie le suministró ningún medicamento para bajar la fiebre. Cuando los padres la llevaron a la misión en busca de medicinas, las fiebres habían dañado su pequeño cerebro y le habían provocado lesiones que terminaron por afectar el movimiento y el habla. La madre adolescente asustada por esta situación o cansada de su matrimonio, abandonó un buen día al marido y a la pequeña, y nunca más se supo de ella. Su padre se quedó solo, casi un hombre viejo y algo ‘corto’. Se vio solo en el mundo y sin afectos, y volcó todo su cariño en esta pequeña criatura. La cuida, la limpia, la lleva al centro. Y cuando termina de cavar su pequeño huerto, la sienta en su regazo ante el umbral de la puerta, frente al sol, viendo pasar las horas muertas. Quizás porque él es 'así', no le importan los convencionalismos culturales de este rincón de África que ve con malos ojos que un varón cuide de los hijos.



            Ifunanya tiene ahora poco más de cuatro años, unos ojos grandes y hermosos, un cuerpecillo achuchable y una sonrisa que tarda en aparecer en su rostro, pero que cuando lo hace, es un inmenso regalo y una preciosa manera de decir gracias. Ella es el amor de la casa. Y la Casa Guanella, por una sola de estas historias humanas, ya tiene su razón de ser y de estar en el mundo. Esta casa grande de la aldea de Nnebukwu es la 'casa de Ifunanya'. Aquí en 1992 acampó la caridad guaneliana. 


Puentes: 25 Años de una corriente solidaria.
Nnebukwu-Nigeria, 2005 


 

2 comentarios:

  1. Releyendo la historia de Ifunanya, mi corazón ha volado a Nigeria y al recuerdo de esa niña que inundó de luz y alegría nuestro Centro. Recuerdo muy bien ese dia que fuimos juntos a recogerla mientras su papá la tenía en brazos a la entrada de la casa. Con su nombre aprendí una palabra nueva de la lengua de los Ibis la palabra más importante del diccionario, "amor". Sin duda con Ifunanya entró de nuevo en amor en la "colina de la caridad" de Nnebukwu. Gracias por este recuerdo maravilloso.
    de los igbos:

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Muchas gracias, Andrés por tu comentario que completa mis recuerdos de Nnebukwu

      Eliminar

A destacar

Héctor & Friends: 50 vueltas al sol

       Una mañana te levantas de la cama y empiezas a recordar las cosas que hiciste para que alguien se sintiera mejor, pudiera vivir mejor...

Lo más visto: