Cada dos años, personas independientes
y universidades elaboraran el Informe sobre la Libertad Religiosa en el Mundo auspiciado por Ayuda a la Iglesia Necesitada Internacional. De acuerdo con el
último Informe, de este mismo año 2021, podría decirse que la libertad
religiosa está en caída libre en el mundo. El
Artículo 18 de la Declaración Universal de los Derechos humanos, dice que “Toda persona tiene derecho a la libertad de
pensamiento, de conciencia y de religión; este derecho incluye la libertad para
cambiar de religión o de creencia, así como la libertad de manifestar su
religión o creencia individual y colectivamente, tanto en público como en
privado, por la enseñanza, la práctica, el culto y la observancia”.
Y sin
embargo, el Informe asegura que uno de cada tres países no respeta la libertad
religiosa. El 67% de la población mundial, unos 5.200 millones de personas
viven en países que claramente discriminan, impiden, amenazan o castigan a las
personas por sus creencias religiosas. En 26 países, los creyentes sufren
persecución grave y en otros 36 países se les discrimina a la hora de buscar
trabajo, en la vida social o en la educación. “Un paulatino empeoramiento” podría ser el resumen de este Informe,
que es el más serio y riguroso de cuantos se elaboran sobre las amenazas al derecho
a la libertad religiosa.
África,
Oriente Medio y Asia son las zonas más afectadas, pero persecución por razones
de conciencia o de religión se da también en países como Venezuela, Nicaragua o
Cuba. Países autoritarios –el caso de China es verdaderamente sangrante-, países
donde campa a sus anchas el extremismo islamista y países donde el nacionalismo
étnico-religioso es excluyente, forman parte de ese mapamundi de la vergüenza.
En 30 países se han producido asesinatos por causa de la fe, lo cual es una
noticia inquietante y que, desgraciadamente, escuchamos a menudo en las
noticias. El Informe dice también que en 42 países el cambiar de religión
acarrea graves consecuencias sociales y legales, incluso la muerte, mientras
que muchos de los secuestros o violación de niñas y mujeres tiene que ver con
las conversiones forzadas, algo que está aumentando significativamente en el
ámbito islámico.
En muchos
países, el Covid ha sido la excusa perfecta para poner cortapisas y aumentar
las prohibiciones a los creyentes de cualquier religión para expresar su fe. Marcela
Szymanski es la responsable máxima de este Informe sobre libertad religiosa. De sus
declaraciones en estos días, me han llamado la atención dos cosas:
1º.- El Informe denuncia el
avance imparable del yihadismo radical
en África. Las matanzas se suceden, los atentados se multiplican. Los violentos
ya no se conforman con llegar a una aldea y arrasarla, sino que expulsan a sus
moradores y, así, amplían su territorio, acaparan los recursos naturales y
siembran el pánico en los alrededores. Miles de cristianos han tenido que
abandonar sus ancestrales territorios y emprender el camino del destierro.
Europa y el mundo occidental
parecen no tener sensibilidad alguna ante este terror indiscriminado por
motivos de fe o conciencia. Tampoco parecen tomarse en serio lo que ya se ha
dado en llamar el cibercalifato transcontinental. A través de las redes
sociales, el yihadismo seduce cada vez más a un mayor número de jóvenes a los
que les otorga una razón fuerte y desesperada para sus vidas, antes o después
de lavarles el cerebro. En África este fenómeno es verdaderamente preocupante.
Los jóvenes son arrastrados y seducidos y las mujeres son forzadas a la
conversión a través de la violación o el matrimonio impuesto.
2º.- Pero hay otra novedad en
el Informe 2021, lo que se ha denominado la ‘persecución
educada’. Se está produciendo en el mundo occidental. La ridiculización del
cristianismo o de la praxis de la fe, la obstaculización creciente a expresar
públicamente la fe, la creación de supuestos ‘nuevos derechos’ que van en
contra de la moral cristiana, y un creciente adoctrinamiento político en los
medios de comunicación o en las escuelas públicas. En fin, una persecución
larvada, pero eficaz. Los cristianos practicantes son señalados como ciudadanos
carcas, viejunos o trasnochados. En fin, unas antiguallas”. Todo este proceder
no es otra cosa que una discriminación en toda regla, por el hecho de creer en
una determinada fe o de seguir la propia conciencia.
Marcela Szymanski declara a la
revista Vida Nueva que esta ‘persecución
educada’ se está dando en España, y que “nuestro
país está en el límite de la libertad religiosa”. Es más, dice que ha
estado a punto de ser señalado en este Informe como país que no respeta la
libertad religiosa. No hace falta ser un experto, para saber que esto es así: un
laicismo agresivo, una ridiculización continua de la fe, una divulgación mediática
amplia de los errores de la Iglesia, una minimización de la ingente labor
social llevada a cabo por el clero, los religiosos y los laicos cristianos, la obstaculización progresiva de la escuela concertada, etc. Son, sin duda, noticias
preocupantes, pero que no aparecerán en ningún telediario, porque cualquier
noticia que suene a religiosa es ‘puro trasto viejo”, y nada pinta en esta España progresista y moderna.
Mientras escribía esta reflexión, dos
noticias saltaban a la actualidad. Por un lado, dos periodistas españoles y un
irlandés han fallecido en una emboscada, a manos de terroristas yihadistas, en Burkina Faso. Los periodistas españoles,
David Beriain y Roberto Fraile, que habían trabajado con anterioridad en
zonas de riesgo, estaban haciendo un reportaje sobre la caza furtiva, los
intereses económicos y la violencia que genera. Pero el terrorismo musulmán,
que cuenta en la zona con medios más potentes que el propio ejército nacional y
que tiene infiltrados en las altas esferas, conocía esta misión y solo tuvo que planear la
emboscada. En un audio de la propia banda criminal se oye: “Hemos matado a tres blanco y nos hemos incautado de coches y armas”.
Por otro lado, en Sudán del Sur, en la diócesis de
Rumbek, el joven obispo electo Christian Carlassare ha sido tiroteado en las
piernas, como una clara advertencia y un acto de intimidación para que se
largue. Tres balas y una gran pérdida de sangre han puesto en peligro su vida.
Ahora se recupera en un hospital. Veo la foto. Sobre la camilla, el hombre de
43 años, mira a la cámara, aún asustado y aún débil. Alguien le ha entregado un
vaso con flores blancas que él sostiene en su mano. La vida del ser humano es
así de frágil como un vaso de cristal. Y las balas, en esta ocasión, llevan un
mensaje de odio precisamente para los pocos que en este rincón del mundo tratan
de poner un poco de cordura y de concordia en la locura de una violencia que no
cesa. De momento, recién salido de la
operación, el P. Christian ha pedido a su familia y a sus hermanos combonianos:
“Rezad, pero no por mí, sino por la gente
de Rumbek, que sufre mucho más que yo”.
Marcela Szymanski, asegura que el informe “muestra la impunidad que impera, porque nadie hace nada. Todos los
autores que violan este derecho necesitan acabar con la diversidad de
pensamiento, conciencia y religión”. Y sostiene que en el mundo presente “el hombre y la mujer que piensa, que busca
la verdad y la transcendencia, es un obstáculo” a los ojos del mundo
presente.
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