sábado, 15 de marzo de 2025

Semana Santa: flores y caridades

 


        En una entrevista reciente el obispo de Granada, Gil Tamayo, ha hablado sobre las hermandades de Semana Santa y sobre algunos cambios o modificaciones que deberían hacerse en su interior si quieren aún seguirse llamando hermandades cristianas. El obispo pide más sensibilidad social, más cercanía a los pobres, más vida interior. Las procesiones de Semana Santa no son desfiles cívicos o militares, cabalgatas o paradas competitivas para ver quién impresiona más con la forma de llevar el paso, las bandas musicales o las flores que adornan la imagen titular. Y una frase resume todo este tirón de orejas a las hermandades: “no se puede gastar más dinero en flores que en actos de caridad”. No voy a negar la belleza de las tallas procesionales ni esa puesta en escena que sobrecoge, pues la fe y la religiosidad también necesitan lo sensible y lo emocional. Pero se echan en falta a las hermandades y sus miles y miles de cofrades en las obras de caridad de cada ciudad, más allá del domingo de Resurrección,

lunes, 10 de marzo de 2025

La hora de Europa

 


Al día siguiente de la victoria de Donald Trump un analista político escribía algo así como que la razón de la contundente victoria de Trump se debía a que los políticos demócratas habían hablado a los votantes de cosas que interesaban sólo a minorías o sobre temas que les tocaban tangencialmente (cambio climático, agenda 2030, derechos LGTBI, cultura woke). Durante la campaña electoral, se habría dado una disociación entre los discursos políticos y las necesidades elementales de los votantes (trabajo, sanidad pública para todos, derechos laborales, vivienda, etc.).

Trump era un conocido candidato para todos, precisamente porque había gobernado en Estados Unidos durante cuatro años, y porque su vida política o privada había acabado en muchas ocasiones en los tribunales. En su campaña no había engañado a nadie sobre sus intenciones y sobre sus formas, ni diplomáticas ni corteses. ¿Qué soñaba el ciudadano medio americano para votar a Trump? Probablemente había millones de pequeños Trump entre los votantes norteamericanos: desprecio hacia el adversario, rudeza en las formas y un insatisfecho  deseo de prosperidad personal, importándoles un rábano lo que sucede más allá de las fronteras del país de Tío Sam (tal vez por esa razón, muchos de los migrantes residentes en territorio estadounidense le votaron, sin preocuparse de la suerte de los que deseaban cruzar la frontera). Quien deseaba de nuevo una América Great, en el fondo deseaba engrandecerse él mismo, prosperar él mismo, y el resto del mundo le daba igual.

Han bastado escasas semanas desde la toma de posesión de Donald Trump para que nos diésemos cuenta de que las baladronadas del inquilino de la Casa Blanca iban en serio, aranceles a otros países, políticas migratorias restrictivas y, sobre todo, tal vez por lo que nos afecta, guerra de Ucrania.

Y la guerra de Ucrania nos afecta por el destino y la suerte de millones de ucranianos, pero de una manera especial porque la traición de EEUU a Europa ha dado pie a un discurso armamentista en todos los líderes europeos, la presidenta de la Comisión Europea, Ursula vor der Leyen, a la cabeza. En pocos días ha ido calando en la población europea, de norte a sur y de este a oeste, la necesidad de contar con un ejército fuerte, lo que significa aumentar el gasto militar a cifras estratosféricas. Las empresas de armas -y los gobiernos que están tras ellas- se frotan las manos. Nunca sabremos si la guerra necesita armas o si son las armas las que necesitan las guerras. Y aumentar el gasto militar significará, aunque no se dice, disminuir el gasto social en sanidad y educación, las políticas igualitarias, las ayudas a los más vulnerables que ya dábamos por hecho. Si las cosas van a mayores, probablemente las tropas europeas volverán a los frentes y a los campos de batalla, y los frentes nos devolverán los muertos y los mutilados. En fin, el retroceso del Viejo Continente a los años ’40 del pasado siglo.

No es la primera vez que ocurre en suelo europeo que dos potencias se ponen de acuerdo y se anexionan territorios, sin que la opinión de la población anexionada cuente para nada. Esta entente Rusia-Estados Unidos, viejos y nuevos imperialistas, da mala espina y es de mal agüero. ¿Por cuánto tiempo Europa podrá o querrá sostener a Zelensky? ¿No se convertirán los territorios ucranianos, sus recursos naturales, las ‘tierras raras’, en objeto de codicia o en el pago del préstamo de guerra, que habíamos pensado que era puro altruismo, generosidad y solidaridad internacionales hacia Zelensky y sus sufridos conciudadanos?

Vivimos tiempos ásperos. Rudos tiempos. Ya ni siquiera se envuelve en un envoltorio de cortesía y de civilidad la cruda realidad del imperio de los fuertes sobre los débiles. Siempre se dijo que, “cuando no se podían salvar los principios, había que salvar al menos las formas”. Todo esto parece una antigualla. Volvemos o nos acercamos peligrosamente a la selva: ¿Acaso pide permiso el león para pegar un par de bocados a la gacela? ¿Fue la entrevista Trump-Zelensky el modelo presente y vigente de una diplomacia descarnada y humillante?

Esperemos que ante este panorama general de hienas (Rusia, Estados Unidos, China y algún otro), Europa reaccione, sacando de sí misma, de su historia milenaria y de sus valores humanos, la grandeza y la magnanimidad de los grandes hombres y mujeres que la construyeron a lo largo de los siglos: la verdad racional que nos dejó en herencia el mundo helénico, el respeto al derecho civil y al principio de ciudadanía, que es el legado de Roma, y la dignidad humana y el sentido de compasión, que es la aportación específica del mundo judeocristiano. Si Europa quiere seguir siendo Europa –y todo lo que esta palabra significa- ha de volver sus ojos a Grecia, a Roma y a Jerusalén.   












 

domingo, 9 de marzo de 2025

¿La muerte de las catedrales?

 


En 1904 en el periódico Le Figaro apareció un largo artículo de Marcel Proust con el título La mort des cathédrales. Era su réplica a otro artículo de Aristide Briand, primer ministro francés de la época, en el que proponía que las catedrales de Francia fuesen secularizadas y convertidas en museos. Marcel Proust, uno de los escritores más influyentes de toda la literatura francesa, y nada sospechoso de clerical, escribió, entre otras cosas: “La vida de las catedrales, la más noble y sin duda la más original expresión del genio de Francia, depende del culto y de la liturgia que en ellas se desarrolla. Impedir el culto sería como convertir a Francia en una playa de la que el mar se ha retirado, dejándola sembrada de gigantescas conchas talladas, carentes de la vida que antes se guarecía en ellas”.

Y evidentemente Proust no está haciendo una defensa de los derechos eclesiásticos o de los propietarios de estos edificios singulares, sino simplemente un ejercicio a favor de la belleza suprema que representan las catedrales europeas, aún hoy el estandarte monumental de casi todas las ciudades de este Viejo Continente, en cuanto construcciones únicas que aúnan culto y cultura.

Estos monumentos siguen siendo los edificios más visitados de la mayoría de las ciudades. Basta con tomar un simple folleto turístico, tipo “10 cosas que no puedes perderte en tal ciudad”, la catedral siempre ocupa uno de los primeros puestos, casi siempre el primer lugar. Pero estos edificios, además de constituir el orgullo y el atractivo de cada urbe, son los espacios sagrados que acogen las grandes celebraciones litúrgicas, Navidad, Pascua, Corpus Christi, la Inmaculada o del patrón local, pero también sus muros han acogido ceremonias solemnes y acontecimientos históricos: coronaciones de reyes, entierros de cardenales, proclamaciones de dogmas, funerales de estado, acciones de gracia por el fin de una guerra o de una peste, consagraciones de obispos, bodas regias, así como acontecimientos civiles que han encontrado,en sus espaciosos recintos, cabida y solemnidad. Para Gabriel Marcel, autor de En busca del tiempo pedido, “una representación de Wagner en Beyreuth es un acontecimiento banal comparado con la celebración de una misa solemne en la catedral de Chartres”. 

En la retina y en la memoria todos tenemos el recuerdo reciente de alguna celebración religiosa, presencialmente vivida o vista por televisión, que nos impactó por la suprema belleza del espacio donde tenía lugar: la dedicación de la Sagrada Familia de Barcelona por Benedicto XVI o la reconsagración de Notre Dame de Paris, después del incendio y de su reconstrucción. Pero también una Misa de Nochebuena o una vigilia de Pascua en San Pedro de Roma. O la celebración de la Misa por el rito mozárabe en la catedral de Toledo que antecede a la procesión del Corpus. O la coronación del rey de Inglaterra en la Abadía de Westminster.

Tal vez el europeo medio cuando piensa en una catedral piensa en una catedral gótica.  Hubo unos siglos, los que van del XII al XV, en que miles de europeos, arquitectos, vidrieros, albañiles, canteros, acarreadores de agua, piedras, argamasa o maderas, orfebres, herreros, carpinteros, pintores, techadores, bordadores, escultores, escritores y músicos supieron dar vida a unos edificios que siglos después causan nuestro asombro, como la máxima expresión del genio europeo. Las catedrales y las grandes iglesias conservan la memoria de una Europa puesta en pie para elevar hasta el cielo, en suprema armonía y majestuosa arquitectura,  las piedras que hábiles canteros tallaron a mayor gloria de Dios. Miles de trabajadores se desplazaban de ciudad en ciudad cuando los obispos o los reyes anunciaban el inicio de una nueva catedral. Y hoy es sabido que también miles de mujeres participaron en la construcción de estas ‘sacras moles’

También hoy en día se corre el riesgo de secularizar las catedrales y convertirlas en esplendidos museos donde la arquitectura, la escultura, la pintura y la orfebrería deslumbran a las masas de turistas que pagan su entrada y se lanzan, móvil en mano, a fotografiar cada rincón. Y hoy el riesgo no está en un decreto gubernamental, como pretendía Aristide Briand a primeros del siglo XX, sino a otras causas, entre ellas: la necesidad de hacer caja para afrontar los numerosos gastos de estas fábricas catedralicias, y la servidumbre a las masas de turistas que pasan de una visita a una bodega a una catedral, de una cata de queso a un paseo en barco, de un palacio regio a un museo de aperos de labranza con la misma presencia de ánimo e idéntica trivialidad.

Pero tal vez hay otras causas aún más graves: la pérdida o grave disminución de la belleza litúrgica y del misterio del rito sacramental, sin relación alguna con las vidas y las almas de los que pasan por las catedrales. La vida litúrgica de las seos languidece de día en día en las catedrales.  Los tiempos no corren a favor de la solemnidad de las grandes celebraciones religiosas, que en los siglos pasados llenaban de admiración y consuelo a los humildes devotos. Los turistas prevalecen sobre los creyentes.  

Y en esta época de creciente vulgaridad y de prisas, de pérdida del sentido del valor de los  ritos y rituales pausados y sosegados, con un clero envejecido que ya no está para estas fiestas, o con un clero joven, más dado a la informalidad, a las prisas, a las dos guitarritas, a las palmadas y aplausos…, la celebración solemne de una misa o de cualquier acto litúrgico serán cada vez más raros en las catedrales, y más extraños a nuestro siglo. Este espíritu del tiempo que todo lo invade irá reduciendo las catedrales a monumentos espectaculares pero muertos, lugares de cultura pero sin culto, para gloria de las ciudades y pasatiempo de los turistas.





 





















sábado, 8 de marzo de 2025

Hermana, de Jon Fosse

 

    Hermana es una brevísima novela o cuento largo de Jon Fosse, lleno de lirismo y de una sencilla profundidad. La infancia es también ese territorio donde sufrimos y nos sentimos solos e incomprendidos por todo el mundo, aunque esa misma infancia no sea especialmente dramática ni mucho menos. Pero el niño no comprende que se le reproche, por ejemplo, por preferir echarse la siesta sobre las altas hierbas del campo en lugar de sobre un mullido colchón. O que se le busque a voces cuando el niño pasea por la playa ensimismado en el eterno sucederse de las olas, o que se le haga sospechar del dulce ofrecido por unos vecinos o que se repita una y otra vez y se haga risa y broma del comentario que el pequeño protagonista hizo cuando tenía dos años y una visita le apretó contra su voluminoso pecho y él, al ver el canalillo, dijo si era ahí donde la buena mujer tenía el culo. Y el niño se siente tristemente solo e incomprendido, aunque cuando le invade la tristeza, apoya su mano en la dulce cabellera de la hermana, y siente un poco de alivio.

martes, 4 de marzo de 2025

¿Interesan las mujeres o los votos?

 


En los últimos meses, dos políticos muy señalados han recibido denuncias de presuntos abusos por parte de algunas compañeras del partido. Podemos y Sumar hicieron de la cuestión feminista un dogma de fe y lincharon sin contemplaciones a cualquier hombre contra el que se presentase una denuncia, independientemente de la debida presunción de inocencia y de la sentencia judicial. Cuando alguien se cree puro e incorruptible, se pone por encima de todo el mundo e imparte lecciones de moralidad a troche y moche, mal asunto. Y no es que yo me escandalice de que estos políticos hayan caído en la hipocresía o en la práctica de lo que ellos denunciaban, nada de eso. Las contradicciones y las incoherencias están a la orden del día. Y nunca debemos olvidar que de barro fuimos formados. También estos señores políticos deben gozar de la presunción de inocencia.

Pero lo ocurrido da para para hacerse preguntas. Cabría preguntarse por qué las mujeres con poder en estos partidos que, según se nos cuenta, conocían los desmanes de uno y de otro desde hacía algún tiempo, hayan sido tan comprensivas con sus jefecillos y, en cambio, fustigasen con ira a cualquier hombre acusado de algo parecido (recuerden las algaradas por el beso de Rubiales a Jenny). E igualmente debemos preguntarnos: ¿Interesaba verdaderamente a los políticos y políticas la dignidad de las mujeres, el cambio de paradigma en el comportamiento de los hombres respecto a las mujeres, o interesaba únicamente hacerse con el movimiento feminista, manejarlo a su antojo y obtener buenos resultados en las urnas? ¿Interesaban, en fin, las mujeres o los votos?

 


viernes, 28 de febrero de 2025

El Prado busca a Santa Cecilia...

 


            El Museo del Prado es noticia muy a menudo. Las exposiciones temporales, las restauraciones de obras de arte, las adquisiciones, los legados, la reordenación de sus salas ocupan con mucha frecuencia la sección de cultura de los periódicos y de los telediarios de España, e incluso de más allá.

          Pero últimamente, el Prado ha salido en los periódicos por noticias, como poco, curiosas: 

1.- La temporada de otoño traerá al Prado una exposición de Rafael Mengs, para algunos el gran pintor de su época. El propio Prado y las Colecciones Reales poseen una magnífica colección de este pintor alemán (1728-1779) considerado como una figura mayor del panorama pictórico del neoclasicismo. La noticia es que el Prado desea tener para su exposición el cuadro de "Santa Cecilia", pero desconoce su paradero. La última vez que la Santa patrona de la música fue vista con vida ocurrió hace 25 años en una exposición. Su propietario murió y ahora nadie sabe dónde para el lienzo. El Prado ha lanzado una campaña a través de las redes sociales para dar con ella. Así que si alguno la tiene en el salón de casa, o guardada en el trastero, o la ha visto en casa del vecino, por favor que llame al Prado, y todos tan amigos. Santa Cecilia estará encantada de pasear su belleza ante miles de espectadores y de ofrecer un concierto de música sacra en tan singular museo.


2.- Pero el Prado no sólo busca a Santa Cecilia, busca también atraer a los jóvenes para que entablen conversación, o salgan de copas con los señores Goya, Velázquez, Murillo, Alonso Cano, Rafael, Tintoretto, Veronés, Guido Reni, El Greco y otros tropecientos más. Digo yo que alguno de estos artistas caerá bien a los jóvenes y podrán hacerse amigos para siempre. Friends for life. Y al Prado no se le ha ocurrido mejor manera para atraer a los jóvenes a la Pinacoteca que ofrecerles barra libre de birras, poner un DJ y dejarles la Sala de las Musas como discoteca o chiringuito. Y no sé si esto es muy pedagógico o no, que no tengo ni idea. Lo cierto es que a los chavales se les veía encantados y felices con un vaso en la mano y tarareando la música del momento. Lo curioso es que cuando visitas el Prado no puedes entrar con tu botellita de agua, por miedo a que cometas un atentado o dejes de consumir en la cafetería oficial, donde un café te sale por tres euros y pico. 

 

3.- Aunque publicado en 2023 y reimpreso en el 2024, ayer entró en casa (regalo de L. a J,) Los Tesoros del Prado, un hermoso libro con una impecable encuadernación en las que el autor, Javier Sainz de los Terreros, selecciona 25 obras de la Pinacoteca, a partir de los trabajos de difusión en las redes sociales. Me llama la atención que entre las obras seleccionadas aparezca una que durante más de un siglo durmió en los almacenes. Pero como ahora somos modernos, inclusivos y tenemos perspectiva de género, la han colgado con calzador en las paredes del Prado. Para mí es una obra menor de una pintora de animales, Rosa Bonheur. Se trata de El Cid, el retrato de la cabeza de un león del Atlas. ¿Colgaría este cuadro en el Prado si estuviese firmado simplemente por el señor Bonheur? ¿Esta obrita al lado de las Meninas, La laguna Estigia y el Jardín de las Delicias? Hay otras mujeres en esta selección, un soberbio retrato de Isabel de Valois, de Sofonisba Anguissola y un bodegón de Clara Peters, incluidas por méritos propios y sobrados en esta selección. El leoncito de la señora Bonheur estaría mejor de regreso a su territorio del Atlas. 



4.- El afamado crítico de arte, Jerry Saltz, y uno de los que marca tendencia en el New York Magazine, se ha pasado por el Prado, al que califica como el mejor museo del mundo, y para el que no ha ahorrado los elogios más encendidos y los superlativos más elevados. Dice que para ver el Prado con sosiego y disfrute uno necesitaría tres días. El colmo del elogio ha sido esta frase: "Para convertirse en persona hay que venir al Prado". Esta claro que es una boutade o una provocación. Se puede ser gran-persona sin haberse cruzado nunca con las Meninas. Y se puede ser poco-persona visitando a menudo la Galería Central del Prado. Pero hay algo de cierto en la hiperbólica sentencia de Saltz: la belleza de las obras de arte y tantas bellezas creadas por los artistas de todas las épocas... nos aleja unos metros de la selva y de la pocilga, e infunde en nuestras cabezas y corazones un poco de luz y de dicha. Por lo tanto, parece de necios no disfrutar de tanta belleza, teniéndola al alcance de la mano. 




jueves, 27 de febrero de 2025

La Trapa en seis pinceladas

     1.- El tren que pasó en 1890

     En el año 516, Benito de Nursia escribe unos preceptos para monjes que quisieran vivir en comunidad. Nace el Monacato Occidental. En 1098, con Roberto de Molesmes surge el Císter (Abadía de Citeaux), siendo Bernardo de Claraval su gran propulsor, como un deseo de volver a la primitiva observancia de la Regla benedictina. En 1664 en la Abadía de la Trappe (Francia) se inicia una reforma de la orden cisterciense que busca una observancia más estricta de la vida monástica. En octubre de 1890 el tren traqueteante de Valladolid a Burgos pasa delante de un edificio abandonado y en ruinas, un antiguo monasterio benedictino entre las poblaciones palentinas de Dueñas y Venta de Baños. En ese tren viaja el abad de Sainte Marie du Désert (Francia), Dom Candido Albalat, que busca un lugar para fundar una nueva comunidad monástica. Se levanta de su asiento y, mirando las piedras desmoronadas por la carcoma del tiempo, comenta: “He aquí lo que llenaría plenamente mis deseos”. Acaba de surgir la Trapa de San Isidro.  Las vías de ferrocarril ocupan el mismo lugar, aunque ahora por ellas circulen veloces trenes. Y el monasterio sigue en pie, una abadía donde algo más de veinte trapenses orant et laborant. Y donde algunos huéspedes venidos de sus quimeras, de sus vidas inquietas, turbulentas o grises, llegan para masticar, como hambrientos, un pan amasado con serenidad y silencio, oración y paz.

2.- Celda, mesa y libro


       Blaise Pascal escribió que todos los males del mundo proceden de la gente que no sabe estarse quieta en su habitación y en sus adentros. En la mochila yo había metido Las Confesiones de San Agustín. Pero en el momento de cerrar la puerta de casa y encaminarme a la estación, me acordé de que muchos años atrás, en 1993, Andrés García me había regalado las Obras Completas del Hermano Rafael. Cambié de libro de lectura. El volumen de 857 páginas está básicamente formado por las cientos de cartas que escribió a familiares, hermanos trapenses, amigos. Pero el grueso lo constituyen las cartas enviadas por Rafael a su tía María, duquesa de Maqueda. Hubo un momento en que ambos decidieron mantener una relación epistolar sobre Dios y sus almas, a condición de que las cartas fuesen destruidas. Pero tía María no cumplió su palabra. Para ella, las casas, los cuadros, los muebles, las joyas, las ropas y el ducado entero… nada valían en comparación con esas cartas llenas de luz y de sabiduría que recibía regularmente de su sobrino. En la acogedora celda 17, un hombre lee y subraya lo que otro hombre ha escrito varias décadas antes. Porque Rafael no sólo fue un monje humilde y sufrido, también un escritor, un pintor, un artista. Amaba la vida, la alegría, la risa; amaba los encuentros, los cafés de Madrid, las  bromas, los cantos del coro, las espigas doradas, un buen cigarrillo y ponerse al volante de un coche. Y tal vez porque amaba tanto todo, pudo amar sin medida, como un loco enfermo y delirante, cuerdo y sensato, a Dios. Solo Dios’ fue su lema, su herencia, su escritura. La razón de su vida y la causa de su santidad.

 3.- El hermano Rafael


         Rafael Arnáiz Barón nació en 1911 en Burgos. En 1934, interrumpe su carrera de arquitectura en Madrid para ingresar como monje en la Trapa. Apenas cuatro meses después, debe abandonar el monasterio por causa de una diabetes sacarina aguda. Volverá dos años después a la Trapa y tendrá que abandonarla de nuevo porque la enfermedad no le da tregua ni respiro. Poco tiempo después, regresa definitivamente al monasterio para morir cuatro meses más tarde, el 26 de abril de 1938. Tenía apenas 27 años. Pasó muy poco tiempo en el monasterio como monje trapense. Y casi todo ese tiempo vivió en la enfermería, en medio de una sed espantosa y no pocos sufrimientos. Algunos le consideraron una carga para la abadía. Otros, le tenían por un monje bueno y paciente, sonriente y sufriente. Su director espiritual estaba convencido de que estaba tratando a un joven excepcional. Pero fueron sus cartas y sus escritos los que descubrieron, tras su muerte, al místico y al santo. En poco tiempo como monje había hecho unos progresos espirituales que a otros les lleva una vida entera. El Hno. Rafael: enfermo de diabetes, enfermo de trapense, enfermo de Dios. Su vida demostró que se puede vivir en la perfecta alegría y la perfecta paz, a pesar de los impedimentos y el dolor de la enfermedad, cuando Dios, solo Dios, llena el corazón y el alma. Mientras se recuperaba en su casa familiar de Oviedo escribe: “No pienso en otra cosa que en volver al monasterio: el coro, el silencio, la paz del cementerio tan alegre, mis hermanos, mi hábito, mi celda, mi sagrario de la Trapa… Todo eso que conquisté con sacrificios y lágrimas se derrumba con una cosa tan insignificante como un poco de azúcar en la sangre… Yo era demasiado feliz en la Trapa”

  4.- El rezo de completas


                 Los monjes con la cogulla sobre sus cabezas entran en la nave oscura. Son las ocho y media de la tarde y el día llega a su fin. El día empieza con el canto de maitines, a las cuatro de la madrugada. Luego vendrán los laudes, las horas de tercia, sexta y nona, el canto de las vísperas y finalmente el rezo de la Completas. No hay progreso humano, no hay crecimiento personal o colectivo sin examen de conciencia. Reconocer los errores, asumir los fallos, reprogramar el corazón, pedir perdón. Por ello el monje, antes de abandonarse al sueño, revisa y evalúa la jornada. Creo que fue Stefan Zweig quien dijo que, si al final del día, no asumimos una pequeña sombra de error en nuestra jornada y una pequeña luz ofrecida al hermano, no merecíamos pasar al día siguiente. Y por ello, cuando un corazón pide perdón y es perdonado, puede entregarse al sueño y al descanso que siempre alcanza a los que tienen el corazón en paz. Nunc dimittis, dijo el anciano Simeón cuando el Niño fue presentado en el Templo de Jerusalén. Y Nunc dimittis reza también el monje. Luego toda la iglesia trapense se queda a oscuras, mientras un haz de luz ilumina la imagen en madera policromada de la Asunción de María. Los trapenses entonan la Salve Regina, la oración de los que pasan por un valle de lágrimas suplicando un poco de dulzura y esperanza. Cuando la Salve termina, un monje toca la campana con energía calculada que le hace levitar, agarrado a la soga, medio metro del suelo. La campana suena dentro y fuera de la iglesia. Y de esta manera, las gentes de alrededor saben que la jornada acaba para los trapenses. Y la campana toca también por ellos, les llama también a ellos a una vida de Solo Dios.

 5.- Una ventana y una carretera.

No hay lugar tan apartado o solitario del mundo donde no llegue el olor del mundo, su música y su ruido. Pegadas al monasterio están las vías del tren, y unos metros más allá, la autovía Valladolid-Burgos. Y más allá la fábrica de chocolates, donde proveedores cargan y descargan, y algunos turistas detienen sus coches para tomar un chocolate. De día, miro por la ventana a la explanada que hay delante del monasterio: la furgoneta del panadero deja el pan; el repartidor de la editorial descarga una caja de libros; paseantes y corredores vienen haciendo ejercicio desde Venta de Baños o Dueñas. Devotos se encaminan a la capilla del hermano Rafael para arrodillarse o encender una vela. Varias personas se unen a la oración y al canto de los monjes desde el fondo de la iglesia. Y de noche, apostado junto a la ventana, el intenso tráfico de coches y camiones de la carretera tiene algo de fascinante. Es suficiente imaginar las vidas de los conductores: Las mercancías más variadas van camino de los mercados o de las fábricas. Cada pasajero lleva consigo sus preocupaciones y alegrías, su tranquilidad o su miedo, su mente abotargada por el cansancio o el sueño. Alguien se dirigirá al hospital donde un ser querido acaba de ser ingresado. A muchos camioneros les esperan horas y horas de conducción, mientras un rosario se balancea en el parabrisas y las fotos de sus hijos en el salpicadero le aconsejan prudencia. Alguno escapará de su vida y se acercará, perfumado de colonia, al club cercano, en busca de un placer espurio, o quizás de una ternura desconocida. Alguien contará los kilómetros para el área de servicio donde se aseará, comerá un bocadillo de tortilla y cruzará dos frases con el camarero. Alguno conduce veloz al encuentro de unos días de descanso en una ciudad lejana de Europa. Para alguno, Dios no lo quiera, no habrá viaje de regreso, y su vida acabará en un chirrido de frenos y un amasijo de hierros. Coches camiones, autocares con sus conductores y pasajeros. Todos ellos atados a su cadena de rutinas, de pesado trabajo, de pequeñas ilusiones y sueños.

6.- Las manzanas de la Trapa

            

            El huésped pasea por los caminos que transcurren en medio de las tierras pardas de labranza, entre el monasterio y el río Carrión. Senderos que pasan al lado de los establos, donde decenas de vacas miran, con ojos blandos y bobos, la vida pasar. La senda zigzaguea entre viejas casas que un día ocuparon los campesinos asalariados, tierras cerealistas e hileras de frutales de ramas secas que esperan la resurrección de la primavera. Y es ahí donde descubro que un árbol conserva aún las manzanas, como un desafío al tiempo invernal, como una promesa, ¿de qué? ¿Habrán dado estas manzanas un poco de alegría al vaquero, al campesino, al monje, al huésped que, al pasar cerca, las descubrieron y se dejaron seducir por ese fulgor de oro en las ramas secas? Era la mañana del último día de enero. Un cielo límpido y azul y unos pequeños charcos aquí y allá recubiertos de una placa de hielo. Las manzanas de la Trapa. ¿Serán manzanas doradas del Jardín de las Hespérides que proporcionan la inmortalidad? ¿Serán manzanas del Árbol del Bien y del Mal en edén que sedujeron y dieron  dolores de cabeza a Adán y Eva? ¡Manzanas en un árbol seco! ¿Cómo no pensar en la frágil fe del alma que resiste a los cierzos y a las heladas, al viento y a los cristales de la nieve, y permanece ahí en la rama seca del corazón? Ciertamente es un desafío a la implacable ley de la gravedad en la naturaleza. Todo cae, pero algo, misteriosamente y sin ninguna razón aparente, no cae, sino que permanece ahí como una pequeña candela en la noche oscura: el sabor de un beso, tras una temporada en la cárcel. La fuerza de un abrazo, al regresar de la guerra. Un arcoíris inesperado después de la tormenta. Siempre recuerdo la respuesta de José Jiménez Lozano cuando le preguntaron si era creyente: "Yo no creo en nada, sé. Es decir, tengo certeza, aunque esa certeza no sea mía. Mía sólo es la confiaza, la fides".

















lunes, 24 de febrero de 2025

El Papa en el Gemelli

 

Desde el momento en que el Papa Francisco fue ingresado en el hospital Gemelli de Roma, han sido muchos los que procedentes de las sacristías católicas han lanzado algo así como las campanas al vuelo, y se han puesto a cocinar un guisote de dimisiones y de enfermedad terminal, para saborear un inminente cónclave que depararía el triunfo del candidato favorable a su pensamiento. Ya sabemos que hay periodistas amarillos que viven casi a diario de la carnaza o de la carroña, muy lejos del mínimo rigor o de la verdad. Pero que sean los propios cristianos y sus representantes los que se lancen a la especulación no deja de asombrar un poco. Se supone que, independientemente de nuestra simpatía o antipatía al Papa de cada momento, debe haber un mínimo de caridad cristiana que empuje a rezar por los enfermos, porque todo ser humano mordido por la enfermedad es siempre frágil y débil, es decir una vida más sagrada aún, si cabe. Y por ello, merecedor de piedad, respeto y oración. Pero probablemente vivimos en un mundo en que las personas ya son simples cosas, desechables, descartables y sustituibles. El reponedor del supermercado repone al instante una taza rota en la estantería o una manzana golpeada en la caja de fruta. Así de fácil y sencillo.



viernes, 14 de febrero de 2025

Congo: el futuro es un kilo de arroz

 


        Cada poco tiempo el grupo guerrillero M23, apoyado por Ruanda, y el ejército congoleño libran su eterna batalla en la región de Kivu Norte, y especialmente en su capital, Goma. Incursiones, escaramuzas, refriegas de unos pocos días, pero que dejan un reguero de muertos, de mujeres violadas, de niños secuestrados y de miles de refugiados vagando a la deriva por todos los caminos imaginables. Es una de las guerras interminables que difícilmente tiene unos minutos en el orden del día de los gobiernos de los países y de las instituciones internacionales. El último ataque a la ciudad de Goma dejó más de tres mil muertos y una ciudad sin luz, sin agua y sin nada que llevarse a la boca. 

    Y ahora veamos esta foto, una de las miles que los reporteros de guerra sirven a sus agencias y que casi ningún periódico del mundo publica: Uno de los almacenes de víveres de una organización para los refugiados ha abierto sus puertas. Y un numeroso grupo de vecinos intenta hacerse con las cajas de arroz o harina. En sus manos, sobre sus cabezas, sirviéndose de una motocicleta, cargan como mulos esa mercancía de gloria que es el sustento de cada día. Por unos días asegurarán la comida para la familia, en medio de las ráfagas de metralleta. En el Congo -un Estado fallido y miles de intereses mineros por kilómetro cuadrado- el único futuro imaginable es una caja de cartón con dos kilos de arroz y dos kilos de harina.

domingo, 9 de febrero de 2025

La escuela, refugio de muchos alumnos

 

        Muchos maestros pasan más horas con sus alumnos que los padres con sus hijos. Un maestro, si tiene vocación de maestro, si los alumnos le interesan más que las programaciones y los formularios que la administración pide para su cumplimentación, puede darse cuenta de carencias, necesidades, dramas familiares. Y si un maestro tiene empatía, no con los más listos de la clase, sino con los más frágiles y vulnerables, puede hallar el camino para poner algún remedio a esas carencias. Como leemos en la pizarra de esta foto, a veces la escuela es un refugio para el alumno. El maestro tiene esa responsabilidad pero al mismo tiempo ese don y ese inmenso poder de mejorar vidas que nacen a la vida. ¡Cuántos niños encontrarán cada día afecto y consuelo, estímulo y luz en medio de la oscuridad que puedan vivir en casa! Por ello, hay maestros que detectan que el niño llega sin desayunar, o que las condiciones higiénicas en su casa escasean, o que otro alumno le hace la vida imposible, o que sus padres se pasan el día riñendo, o que duerme en casa de la abuela, porque a los padres divorciados, que tienen nueva pareja, el hijo les estorba. Y tristemente, hay maestros que sólo conocen la cifra de la nómina, la nota de los exámenes o cuándo caen las vacaciones.  

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“ Pero   hacen falta años / para olvidar a alguien / que nos acaba de mirar”.          Francisco de Asís solía decir a sus frailes que d...

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