miércoles, 2 de diciembre de 2015

Cambio coronas de flores por vasos de leche.





    He visto demasiadas coronas, demasiadas flores alrededor de los ataúdes. Flores bienintencionadas, no lo dudo. Flores que son también la expresión de un cariño, de una gratitud, de un reconocimiento póstumo. También una tradición arraigada. Y las tradiciones, ya se sabe, son difíciles de erradicar. Y lo que es peor, las tradiciones tienen algo de compromiso ineludible, de cumplido social que hace que, junto a las coronas de flores se seres queridos, aparezcan también coro...nas de empresas o de compañeros de empresa que cumplen con ‘una obligación social’ de enviar flores cuando muere un trabajador o un allegado. Las coronas siempre, además, sirven para el cotilleo típico de los velatorios, las comparaciones típicas de las coronas y sus cintas dedicadas. El número de coronas no sólo indica el grado de afecto de que gozaba el finado, sino también la posición social y el estatus mundanal del difunto y de sus deudos. En fin, la mitad de las flores que acompañan al muerto son expresión de cariño y la otra mitad expresión de un ‘estatus’.
    Pero a lo que yo voy es a otra cosa. ¿Los difuntos, mientras estaban vivos o enfermos, recibieron ramos de flores? No he puesto nunca dinero para una corona de flores desde que hace más de tres décadas mi padre me pidiera que no me gastara ni una peseta en flores cuando él muriera y que, a cambio, diese una limosna a la iglesia o a los pobres.
    Yo creo que esta costumbre de las coronas mortuorias no es en absoluto cristiana, o no debería serlo. Las flores no deberían acompañar a los cristianos fallecidos. A los cristianos les deberían acompañar las oraciones, los sufragios y las limosnas. Todo lo demás es una concesión a un paganismo sin esperanza en el más allá. Pero, al mismo tiempo, a mí me parece que a las personas solidarias, tampoco les sientan bien las flores sobre sus ataúdes, ni les sientan bien comprar flores para otros muertos. Demasiada hambre en el mundo, demasiada pobreza. Demasiados niños sin pan y leche. Cambio coronas de flores por vasos de leche para niños hambrientos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

A destacar

Una temporada en el infierno

            En una estación de París, desciende un joven de 16 años, cuerpo atlético, pelo alborotado y ojos azules. Se llama Arthur Rimbaud...

Lo más visto: