jueves, 10 de diciembre de 2015

El pobre que nos hizo ricos.



    Cervantes quiso ser enterrado en las trinitarias de Madrid como una forma de agradecer a los que habían hecho lo imposible para rescatarlo en el baño de argel donde estaba preso. Trescientos ducados costó su liberación. Los monjes mercedarios contaban con doscientos y otros cien los recaudaron entre los mercaderes españoles que trabajaban por la zona. En estos días, un equipo de investigadores ‘confirma con casi total seguridad’ que los restos aparecidos en la cripta de las trinitarias son efectivamente. Como este es un país de polémicas y de polemistas, pues la discusión ya está servida. Unos sostienen que habría que dejar los huesos quietos, porque lo importante son sus obras. Otros que es bueno conocer el lugar exacto del enterramiento del hombre más importante de la lengua castellana. Yo creo que una cosa ni quita la otra. Quienes leíamos a Cervantes vamos a seguir haciéndolo. Quienes no lo hacían, probablemente tampoco lo harán ahora. Pero seremos muchos los que, cuando los restos de Cervantes estén sepultados como Dios mande, nos acercaremos a rendirle homenaje o a rezar un avemaría, aunque sólo sea por agradecerle que nos haya concedido tantas horas de bienaventuranza. El escritor más pobre de su época nos enriqueció a todos.

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