sábado, 12 de diciembre de 2015

Alfonso Martínez: pacificar




Ciertamente no es un honor ser Provincial de una Provincia religiosa. Aunque en este caso la Provincia sea "Nuestra Señora de Guadalupe", grande en territorio (España, México, Colombia y Guatemala), y mínima en religiosos (unos 25). Los cargos, para quien no aspira a ellos, son cargas, ya se sabe. Así que no sé muy bien si dar la enhorabuena a mi compaisano José Alfonso Martínez Herguedas, o darle el pésame. Creo conocer al nuevo Provincial desde que tenía unas escasas horas de vida, cuando mi madre me llevó consigo para dar la enhorabuena y el parabién a la señora Clara, como era costumbre por mi tierra, cuando los niños nacían en la casa, y las vecinas acudían a llevar un caldo, una compota, o simplemente una puchero de leche recién ordeñada o una tajada de queso. Era el año 1959.

Ahora Alfonso ha sido elegido Provincial por sus propios hermanos de religión guaneliana. Alfonso quería ser futbolista de pequeño, y por el pueblo baloneaba todo lo que podía desde la escuela a la Tejera, su barrio, y viceversa. Pero un día, el hermano Juan pasó por Quintanilla y él se fue a estudiar a los guanelianos de Aguilar de Campoo. El hermano Juan triunfaba allí donde los otros frailes 'buscadores' de vocaciones fracasaban, aunque fueran más listos y entregasen estampitas más grandes. Y el buen Alfonso se olvidó poco a poco de sus ídolos futbolistas, creo que Gento, Pirri y Santamaría por aquella época, y se dedicó a estudiar con ahínco, a jugar con entusiasmo, y a rezar con perseverancia. Siempre fue músico y poeta. Y creo haber asistido a su primer concierto con canción propia "Todos tenemos una vocación", muy ad hoc para el Colegio Apostólico en el que estudiaba. Después llegarían más canciones y más 'éxitos' en teatros aguilarenses y festivales vocacionales palentinos y en cintas y CD's grabados.

Una vez ordenado sacerdote en Quintanilla, le llegaron las obediencias, primero a Aguilar de Campoo y, poco después, para México. Con su estupendo oído musical, Alfonso ya hablaba en 'mexicano' a los diez minutos de llegar al aeropuerto del DF. En México, concretamente en Amozoc, en el estado de Puebla, encontró la horma de su zapato, su lugar en el mundo: dotado, como siempre lo ha estado, para tratar con gentes humildes, para escuchar a las almas insignificantes a las que nadie ha escuchado. Incapaz de decir nones a las numerosas invitaciones para decir misas, rosarios, novenas, bendiciones, aunque eso le supusiese ir de la zeca a la meca todo el santo día... se conquistó a las gentes sencillas. Le confiaron sus desdichas en el despacho y en la calle, y sus pecados en el confesionario y en la cena. Fue mucha la simiente paciente que sembró este cura con alma campesina, hasta el punto de que en Amozoc, decir que uno era amigo del padrecito Alfonso abría todas las puertas y todos los corazones.

Pero, cuando el padrecito se estaba convirtiendo ya en el 'personaje' Alfonso, la obediencia le devolvió de nuevo a España, como Delegado Provincial. Y Alfonso se encontró con muchos y serios problemas en las comunidades levantiscas y díscolas españolas. Le llovieron 'disgustos y escándalos', alguna incomprensión y alguna zancadilla. No se desanimó. Fiel a oración y a la paciencia, aguantó el temporal. Se refugió en los chicos de la Villa, en los discapacitados, que leen el corazón y no la brillantez del discurso, pues ellos son siempre 'dadores natos de satisfacciones'.

Fue por aquel entonces, cuando dio el placet para que los laicos hiciesen una Ongd, que terminaría por llamarse Puentes. Fue uno de los 39 socios fundadores y sería elegido vocal en la primera Junta Directiva.

En 2009, volvería a México para continuar el trabajo en medio de las gentes humildes de Amozoc y de todas esas villas-miseria que rodean la pequeña ciudad. Y allí me encontré de nuevo con él. Recuerdo aún una de sus misas: en una calle, de noche, en el barrio misérrimo de Las Vegas. Pobreza en las caras, pobreza en las ropas. Quizás no en el espíritu. Allí estábamos todos, animados por una liturgia católica que suena igual de verdadera en la Catedral de Notre Dame de París que en esta calle polvorienta. Alfonso iluminaba la celebración con su voz y su guitarra, y las sonrisas iban apareciendo en los niños a los que no se permitía precisamente serlo, en las mujeres que conocían tratos y maltratos, en jóvenes de adicciones baratas pero destructoras y en ancianos que sólo esperaban descansar. Pero al acabar la misa, había para todos un buen tazón de café con leche y unos bollos de pan dulce que mi amigo había traído en el coche. Allí, en esta pobreza grande, yo conocí la encarnación de ese lema: "hay que dar pan y Señor a los pobres".

La elección como Provincial le ha pillado en Guatemala donde llevaba dos años trabajando en un clima borrascoso comunitaria y nacionalmente. Observado por los caciques que tenían al Centro Luis Guanella en el ojo del huracán por su posicionamiento claro en favor de los campesinos y en contra de las minerías extranjeras, observado por los partidarios del anterior director del Centro, maniatado casi por una economía maltrecha que no llegaba a fin de mes, medido por los propios trabajadores que tenían un estilo propio de trabajo. ... Guatemala, en fin, han sido años de penitencia.

Alfonso tiene una notable claridad teológica, lo cual es bastante positivo en medio de un relativismo grande que afecta a sus propios hermanos guanelianos, a los que a veces da igual una una Inmaculada que un San Francisco.

Conservador por carácter (lo propio de la misericordia es conservar), filósofo por actitud y talante, psicólogo de nacimiento, sabe buscar la fibra sensible para hacer fácil la convivencia, y posible lo bastante incierto.

Y es un buen poeta. Es un componedor de salmos, un rezador en verso y un compositor de plegarias cantadas. Algunas de sus letras se han cantado y grabado por ahí. Pero queda pendiente un libro con sus poemas. En esto, en lo de poeta, no es guaneliano (con escasa afición a la literatura), sino más bien teresiano. Y es juglar, en esto le sale la vena franciscana. Así que digamos, que el nuevo provincial tiene corazón guaneliano (La Petri siempre decía que más que padre Alfonso es 'madre' Alfonso), con pluma teresiana y con cántico franciscano.

En las discusiones teológicas, religiosas, eclesiásticas, políticas y filosóficas Alfonso entra al trapo: se pone en pie, camina de un lado para otro de la sala, a veces con cigarrillo en la mano, y le salen los argumentos y las teorías a medida que da un paso y otro. Se enciende y acalora. Es una apasionado. Pero al final le vence el corazón, y olvida las diferencias con su contrincante o tertuliano. Y concluye todas las discrepancias, polémicas, malentendidos con 'primero Diosito'. Y en esa expresión no hay nada de precedencia protocolaria, sino de primacía de la esencialidad. Dios nos une, porque es el primero, y las tonterías no pueden enzarzarnos.

Y para acabar esta nota, diré que Alfonso me dedicó un poema y una canción, en dos momentos muy diferentes de mi existencia. Mi amistad, evidentemente, no está mediatizada por estos dos obsequios poético-musicales, pero sí son la guinda del la tarta o el picante de la salsa de una larga amistad. Que 'Diosito' te bendiga siempre.


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