Francis
Keré fue el primer niño de su aldea que aprendió a leer. Para ello tuvo que
marcharse a otro pueblo, a cuarenta kilómetros, porque en su aldea no había
escuela. El arquitecto de moda recuerda que “Cuando era niño y tenía que
regresar a la escuela al final de las vacaciones, debía despedirme de mi
comunidad. Entonces, todas las mujeres en Gando me daban la última moneda de
su bolsillo. En mi cultura, eso es un símbolo de profundo afecto. Con tan solo
siete años, eso me impresionaba, y le pregunté a mi madre por qué aquellas
mujeres me amaban tanto. Ella me respondió: “Están contribuyendo a pagar tu
educación con la esperanza de que tengas éxito y algún día regreses y
ayudes a mejorar la vida de la comunidad”.
Años
más tarde, una beca le llevó a la universidad de Berlín. Siendo aún estudiante,
pidió a sus compañeros de pupitre que le ayudaran, privándose de un café o de
una cerveza, a construir una escuela en su pueblo. Francis sabía perfectamente
que en las horas de más calor la escuela africana en la que él había estudiado de
niño se convertía en un horno donde era imposible estudiar y aprender. Construyó
la escuela con adobes de barro, y puso un tejado de chapa que no apoyaba
directamente sobre los muros, sino sobre unos postes que lo elevaban, creando
un vano en todo el perímetro que permitía la aireación y refrigeración del
espacio. Además, diseñó el tejado con un gran voladizo de forma que la lluvia
no diera directamente sobre los adobes y así preservarlos durante mucho más
tiempo. El jurado ha valorado la utilización de materiales humildes, la
adaptación de su arquitectura al medio, muy alejado de esos arquitectos
estrellas que, desde sus estudios en Londres o Berlín, diseñan edificios para lugares
que ni siquiera conocen pero por los que les han pagado cifras astronómicas.
Francis
Keré ha sido el primer arquitecto africano en conseguir el premio Pritzker (el
nobel de la arquitectura). Muchos de sus trabajos, hermosísimos, están en su
propio pueblo Gando (escuela, casas para maestros, biblioteca), en parte
financiados por la fundación que él creó para ayudar al desarrollo de su aldea.
Pero también cuenta con trabajos en Suiza, Inglaterra, China, Mali, Alemania y
por supuesto Burkina Faso. Francis Keré es uno de esos africanos que ha triunfado
en el mundo, pero que no se ha olvidado de sus raíces y tampoco de aquellas
mujeres que le regalaban una moneda para que estudiara y fuera un hombre de
provecho para la comunidad.
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