Desde hace muchos años, numerosas organizaciones están
realizando una labor admirable con los migrantes que procedentes de los países
empobrecidos o de regiones en guerra, llegan a nuestro país en busca de un
futuro mejor. Es una labor en general callada, de pequeñas acciones que van
desde la acogida, la defensa jurídica, el alojamiento, la enseñanza del
español, la búsqueda de trabajo.
Una labor bastante discreta que en España lideran las
parroquias y las ongds de inspiración cristiana, si bien también otras asociaciones
luchan por los mismos objetivos: hacer visible el drama de los migrantes y atender
las necesidades más urgentes.
El caso del barco Aquarius, rechazado por el nuevo Gobierno
italiano y aceptado por el nuevo Gobierno español ha puesto de actualidad el
drama de los migrantes, pero también las sensibilidades distintas que respecto
al asunto migratorio tienen los diversos países que conforman la UE. Países como
Grecia, España e Italia son los que mayor presión migratoria tienen en sus
costas y por lo tanto los que ven de cerca el problema. En cambio los países
más al Norte no perciben este problema como suyo y se desentienden, en parte,
del asunto.
Para muchos, hay que dar una respuesta satisfactoria a los
migrantes con políticas generosas de acogida. Otros creen que una política de
puertos abiertos lo que hace es beneficiar a las numerosas mafias que operan en
el mediterráneo y que hacen del tráfico de seres humanos una empresa de enormes
beneficios. Unos miran más al problema humanitario: salvar vidas y acoger. Otros
miran más a la persecución y castigo de las mafias.
Hay una tercera sensibilidad (para mí la más importante) y
es que hasta que no nos preocupemos seriamente (y con muchos recursos) de
mejorar las condiciones de vida de las personas en sus países de origen,
seguirán llegando migrantes a nuestras costas, huyendo de la pobreza y de la
falta de futuro. En general, la gente quiere permanecer en su propio país, con
su familia, su idioma, su comida y sus tradiciones. Solo una pobreza sin
esperanza lanza a las personas a perseguir sueños en Europa, sueños en los que
a veces arriesga su vida. Sueños que frecuentemente se tornan pesadillas. Creo
que sólo si contribuimos, tanto los gobiernos como las ongds, a mejorar la
situación económica y social de los países pobres, habremos encontrado una
solución definitiva al problema migratorio.
Crear riqueza y desarrollo en los países empobrecidos
serviría para fijar la población y para que, salvo en contadas ocasiones, la
gente prefiriese trabajar en Camerún o en Gambia a trabajar (con muchas
incertidumbres) en Berlín o en Roma. No lo olvidemos.
Dicho esto, y volviendo al asunto del Aquarius, hay que
alabar el gesto humanitario de España, pero hay que criticar que este episodio
de acogida, se haya convertido en solidaridad
hecha espectáculo. Con retransmisiones desde el barco, seguimiento milla a
milla de la navegación, con una parafernalia de medios estatales, autonómicos y
locales, con gabinetes, con comités, con un dispositivo de más de 1500 personas
para la acogida en Valencia. Estamos hablando de 630 migrantes, no estamos
hablando de miles y miles de refugiados. Un despropósito de cifras y de
números. No me extraña que así salga carísimo acoger a migrantes. ¿No puede ser
todo más sencillo, más simple, más básico, más cercano?
Todo esto me ha sonado a una campaña de marketing, a una
escenificación por todo lo alto, con altavoces y fanfarrias con televisión y cámaras,
del ‘buenismo’ que tanto se lleva ahora. El ‘buenismo’ dura lo que dura la
noticia en el telediario. Luego, la pelota pasa al tejado de los que siempre, y
calladamente, se han preocupado y ocupado de los migrantes. Dentro de unos
días, ¿quién se acordará de los migrantes, de sus historias personales, de su
nueva vida emprendida en España”.
Estamos en la sociedad del espectáculo, escribía ya hace
algún tiempo Vargas Llosa. Y así es: todo es espectáculo. Da igual la acogida
del Aquarius, que una edición de Masterchef, igual la victoria del Real Madrid,
que el juicio a Urdangarín, igual las protestas contra ‘La manada’ que el
programa Supervivientes.
Da un poco de pena todo esto. Da un poco de pena porque en
nuestra ciudad, quizás en nuestro propio barrio, mucha gente lleva mucho tiempo
ayudando a los migrantes, ofreciéndoles su tiempo, su afecto y sus recursos.
Pero ahora lo que tocaba era hacer espectáculo. El Aquarius forma parte ya de
esa ‘solidaridad televisada’.