jueves, 27 de septiembre de 2018

Entre la corrección política y la hipocresía




Se han difundido unos audios en los que la actual Ministra de Justicia, y Notaria Mayor del Reino de España, Dolores Delgado, calificaba al juez Marlaska, ahora compañero suyo en el Consejo de Ministros, de ‘maricón y nenaza’. En ese mismo audio se escuchaba que ella prefería un tribunal de hombres a un tribunal de mujeres. Y claro, las redes se han incendiado, como se dice ahora. Los audios, filtrados por un excomisario sin escrúpulos y con una notable trayectoria delictiva de chantajes, nos sitúan en un escenario muy diferente.

¿Es un insulto  llamar maricón a alguien? Como poco, es de mal gusto. ¿Pero es tan grave? Eso ya no lo sé. ¿Es tan ofensivo que alguien diga que prefiere un tribunal formado por hombres a un tribunal compuesto por mujeres? No lo creo. Y es que en estos tiempo de máxima corrección política, o lo que es lo mismo, de máxima intolerancia, parece que es más grave decir algo ‘incorrecto’ que cometer un robo o moler a palos a alguien. ¿Es una falta tan grave o un delito tan serio llamar a alguien ‘maricón’ o mostrar preferencia por un tribunal exclusivamente formado por hombres? ¿Hay que dimitir por estas palabras insultantes? Yo creo que hay que distinguir entre el mal gusto o la chabacanería y las actitudes homófobas o en contra de la igualdad de oportunidades entre hombres y mujeres. Hemos llegado a tal extremo que, probablemente, si llegan a descubrir que cuando tenías 10 años llamaste a una compañera de pupitre ‘zorra’ o a un compañero ‘maricón’ nunca puedas llegar a ocupar un cargo público. O también si escribiste hace cinco años, en tu cuenta de Facebook o de twitter, que no te gustaba nada la ecología o que ibas a misa los domingos, muy probablemente no tienes nada que  hacer en política. Un poco de sensatez y de sentido común nos vendría a todos bien. Más discursos razonados y más debates serenos también nos vendrían muy bien.

Y sin embargo, dos cosas en este asunto de la ministra Delgado me llaman la atención:
Una: ¿qué hubiera pasado si estas palabras hubieran sido pronunciadas por una ministra del PP, por ejemplo Cospedal o Santamaría? Probablemente estaríamos con las calles llenas de algaradas y de protestas violentas y la noticia abriría todos los telediarios durante 10 días como ocurrió con el máster de la señora Cifuentes.  Una vez más se constata la doble vara de medir.
Y dos: Probablemente en esta España tan moderna, las actitudes van más lentas que las declaraciones. Una cosa es alardear de apoyo al colectivo LGTB o a la igualdad de las mujeres, y otra cosa es que la lengua y la educación nos traicionen y soltemos un ‘maricón’ cuando creemos que estamos entre amigos que nos reirán la gracia. Una cosa, en fin, es ponerse en primera fila, detrás de la pancarta, en las manifestaciones del Día del Orgullo, y otra cosa es creer sinceramente lo que proclamamos y actuar en consecuencia. Una cosa es desplegar abanicos rojos en favor de la igualdad y pronunciar palabras de indignación contra los machistas en la Gala de los Goyas y otra es creer en lo que se dice y llevarlo a la práctica en las grandes y pequeñas decisiones de cada día.

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