Se han
difundido unos audios en los que la actual Ministra de Justicia, y Notaria
Mayor del Reino de España, Dolores Delgado, calificaba al juez Marlaska, ahora
compañero suyo en el Consejo de Ministros, de ‘maricón y nenaza’. En ese mismo
audio se escuchaba que ella prefería un tribunal de hombres a un tribunal de
mujeres. Y claro, las redes se han incendiado, como se dice ahora. Los audios,
filtrados por un excomisario sin escrúpulos y con una notable trayectoria
delictiva de chantajes, nos sitúan en un escenario muy diferente.
¿Es un insulto
llamar maricón a alguien? Como poco, es
de mal gusto. ¿Pero es tan grave? Eso ya no lo sé. ¿Es tan ofensivo que alguien
diga que prefiere un tribunal formado por hombres a un tribunal compuesto por
mujeres? No lo creo. Y es que en estos tiempo de máxima corrección política, o
lo que es lo mismo, de máxima intolerancia, parece que es más grave decir algo ‘incorrecto’ que cometer un
robo o moler a palos a alguien. ¿Es una falta tan grave o un delito tan serio
llamar a alguien ‘maricón’ o mostrar preferencia por un tribunal exclusivamente
formado por hombres? ¿Hay que dimitir por estas palabras insultantes? Yo creo
que hay que distinguir entre el mal gusto o la chabacanería y las actitudes
homófobas o en contra de la igualdad de oportunidades entre hombres y mujeres. Hemos
llegado a tal extremo que, probablemente, si llegan a descubrir que cuando
tenías 10 años llamaste a una compañera de pupitre ‘zorra’ o a un compañero ‘maricón’
nunca puedas llegar a ocupar un cargo público. O también si escribiste hace cinco
años, en tu cuenta de Facebook o de twitter, que no te gustaba nada la ecología
o que ibas a misa los domingos, muy probablemente no tienes nada que hacer en política. Un poco de sensatez y de
sentido común nos vendría a todos bien. Más discursos razonados y más debates
serenos también nos vendrían muy bien.
Y sin embargo,
dos cosas en este asunto de la ministra Delgado me llaman la atención:
Una:
¿qué hubiera pasado si estas palabras hubieran sido pronunciadas por una
ministra del PP, por ejemplo Cospedal o Santamaría? Probablemente estaríamos
con las calles llenas de algaradas y de protestas violentas y la noticia
abriría todos los telediarios durante 10 días como ocurrió con el máster de la
señora Cifuentes. Una vez más se
constata la doble vara de medir.
Y dos:
Probablemente en esta España tan moderna, las actitudes van más lentas que las
declaraciones. Una cosa es alardear de apoyo al colectivo LGTB o a la igualdad
de las mujeres, y otra cosa es que la lengua y la educación nos traicionen y
soltemos un ‘maricón’ cuando creemos que estamos entre amigos que nos reirán la
gracia. Una cosa, en fin, es ponerse en primera fila, detrás de la pancarta, en
las manifestaciones del Día del Orgullo, y otra cosa es creer sinceramente lo
que proclamamos y actuar en consecuencia. Una cosa es desplegar abanicos rojos
en favor de la igualdad y pronunciar palabras de indignación contra los
machistas en la Gala de los Goyas y otra es creer en lo que se dice y llevarlo
a la práctica en las grandes y pequeñas decisiones de cada día.
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