viernes, 17 de agosto de 2018

10.- Ébere y su botella de agua

 

 
Ébere es un niño de 8 años que cada mañana, antes de marchar a la escuela, tiene que ir a buscar agua, para que su madre prepare la comida y para que toda su familia pueda beber o lavarse. Ir por agua, cargar cubos, baldes y garrafas sobre la cabeza es una tarea de todos los días, una tarea pesada e imprescindible en casi toda África.

            Hasta hace pocos meses, Ébere se acercaba al río y llenaba su balde, con el consiguiente riesgo sanitario para él y su familia. Pero a finales de julio, las cosas cambiaron un poco, o quizás un mucho, si lo miramos con ojos africanos. Ébere sigue yendo cada mañana a por agua, pero ahora no tiene que acercarse al río; cómodamente recoge este preciado líquido de un grifo y, además, tanto él como su familia saben que el agua es limpia, potable y abundante.

            Acogiéndose a una subvención del programa de cooperación y desarrollo ofrecida por la villa de Aguilar de Campoo (Palencia), los misioneros guanelianos pudieron hacer frente a la prospección de un pozo (bomba elevadora, conducción y cañerías, dos depósitos, grifos) en el recinto de la misión. El pozo tiene una profundidad de sesenta y cinco metros, los suficientes para asegurar el caudal y la calidad del agua en la estación seca.



            El pozo, además de asegurar el agua potable a las gentes de los poblados, evitando así un montón de enfermedades y molestias provocadas por la ingesta de agua no tratada, posibilita a la misión el cultivo de diversas verduras y hortalizas en un huerto y, lo que es una auténtica novedad en la zona, el mantenimiento de una pequeña explotación de cerdos. Tanto la carne de los cerdos, como las verduras del huerto, mejorarán considerablemente la dieta de los niños acogidos en esta misión africana.       

Apenas el día ha amanecido, una procesión de niños (también de muchas mujeres) se acerca desde los poblados vecinos hasta la misión para coger agua en sus cubos, baldes y garrafas. El grifo de agua limpia corría sin parar, y su sonido alegre y reidor fue la canción más hermosa que yo escuché en Nnebukwu-Nigeria.

            Cada pequeño proyecto que se realiza en la geografía de la miseria es como una gota en el mar. Esto lo sabemos bien. Y sin embargo, como repetía Teresa de Calcuta, si esta gota faltase, el mar notaría su ausencia.

                                                                         Puentes: 25 Años de una corriente solidaria.
Nnebukwu-Nigeria, 2005.
 

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