Historias que me cuentan en Nnebukwu. Cuando
la mujer se casa, va al poblado de su marido, es decir a lo que aquí llaman el compound familiar, pero una vez al año
vuelve a su aldea natal para hacer fiesta con el resto de las mujeres de su
pueblo. Al principio se trataba sólo de eso: reunirse y hacer fiesta. Hoy en día
aprovechan estos encuentros -que siempre se celebran durante el mes de agosto-
para tratar diversos temas que afectan a la mujer: salud, cuidado de los niños,
higiene, alimentación, cultivos, cooperativas de trabajo, prevención de enfermedades. En esta ocasión las mujeres van a tratar el
tema de los microcréditos agrícolas: cómo acceder a ellos y cómo emplearlos bien para emprender algún pequeño negocio.
'Oganihu' significa progreso. 'Oganihu' corean una y otra vez
las mujeres a lo largo de toda la reunión en la que las intervenciones se sucedieron una tras otra. Pero, sin duda, este grito no es tanto una constatación cuanto un desideratum, un anhelo. Quizás por eso,
en aquel encuentro de mujeres, el august
meeting, celebrado en Awo Mbieri y al que tuve la suerte de asistir, lo que
se estaba reclamando era un progreso que llegase a todos.
Las mujeres van vestidas casi igual.
Llevan blusas blancas, vistosos y complicados tocados, y un pareo en el que
está estampada la efigie del Ugbele, el rey de la zona. Con idéntica tela está
hecha la camisa de Pascal Uche, nuestro irremplazable guía cultural en este
viaje y quien nos ha facilitado la asistencia a esta reunión de mujeres, algo verdaderamente interesante en el viaje a Nigeria.
Si las mujeres tuviesen la llave de
la economía y de las decisiones políticas importantes que afectan a la sanidad
o a la educación, las cosas irían mucho mejor en África. Ellas son las que
tiran, día a día, del carro familiar y social. Con su instinto de protección,
con su capacidad para percibir las necesidades al primer vistazo y con su
compasión, muchas de las pobrezas nigerianas, de las miserias de este rico país
encontrarían alivio y solución. Tienen la fuerza del corazón y de los brazos,
como lo demuestran diariamente en su vida familiar y laboral, pero aún casi no cuentan nada en la toma de decisiones. No pueden modificar las leyes. Pero este y otros encuentros demuestran que su fuerza es imparable. Se sabe, lo ha
afirmado últimamente UNICEF, que si las mujeres tuvieran mayor poder de
decisión política, habría mucha menos hambre en el mundo, habría menos guerras
y menos injusticias. Y sin duda, esto es así. Y se entiende fácilmente.
Me contaba el misionero que cuando llegaron a este rincón de África, eran los maridos, padres o hermanos los que se acercaban a cobrar el salario de las mujeres empleadas de la misión. Una primera decisión fue cambiar esta costumbre: el sueldo se entregó a las trabajadoras.
Las mujeres, con esa capacidad
innata para ir a la esencia de las cosas, y para reclamar lo que es obvio y
realmente importante, denuncian una injusticia y, al mismo tiempo, anuncian un
tiempo en que el progreso llegará efectivamente a todos los rincones de Nigeria.
Éste sería el auténtico oganihu. El otro progreso, el de las cifras macroeconómicas por causa del petróleo nigeriano, será siempre un escaparate vistoso con una
trastienda mísera y maloliente al fondo. Solo cuando crece la economía familiar, aumenta el bienestar y aparece el verdadero 'oganihu'.
Por el bien de África y del Mundo,
sólo cabe esperar que el futuro sea mujer.
Puentes: 25 Años de una corriente solidaria. Nnebukwu-Nigeria, 2005.
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