Dieu-le-Veut. Dios-lo-quiere. Éste es su nombre. Se
merecería un aplauso porque se ha comido todo, o cantarle ‘campeón, campeón’,
como se hace con nuestros niños cuando, después de horas, cuentos,
distracciones y ‘engaños’, consiguen acabarse la papilla o el yogur.
Es un niño
del orfanato de las monjas de Madre Teresa de Calcuta, en la misma calle que la misión guaneliana de Kinshasa. Acaba de sorberse hasta la última gota el pondú (salsa de verduras), y ahora se
levanta de la mesa y, con gracia, hinca sus paletos en el plato, antes de depositarlo en el fregadero. Y sonríe como
sólo puede sonreír un niño satisfecho, después de comer a mediodía en un país
-El Congo- donde no todos pueden decir lo mismo.
Ahí está con su camisa de tres tallas más grandes, con
su camisa alegre de lunares de segunda o cuarta mano. Mira a la cámara y cuatro
instantáneas seguidas lo inmortalizan para la pequeña historia del que esto
escribe y para muchos que, al ver la foto, se han sentido enternecidos pero
también un poco avergonzados por los niños del mundo rico que consideran que
comer es un ‘trabajo’ y un ‘castigo’.
Nuestro pequeño, en cambio, piensa que un plato de
comida es un regalo hermoso, un maravilloso don, desde el día en que los
‘ángeles de la guarda’ recogieron su cuerpecillo de bebé abandonado ante el
portón del orfanato.
Su sonrisa
es tan bella que no parece de este mundo. ¿Será consciente a su corta edad del
privilegio que supone tener un plato de fufú
o de pondú en la mesa? ¿Sonreirá como
queriendo hacer un guiño a su precioso nombre? ¿Sonreirá para dar las gracias a
ese Dios que así lo quiere?
Puentes: 25 años de una corriente solidaria. Kinshasa-R.D.del Congo, 2008
Nota: En una ocasión me pidieron que eligiera una fotografía entre los centenares de instantáneas tomadas en mis viajes para conocer los proyectos de Puentes en África y Latinoamérica. Elegí la foto que hoy encabeza este artículo. Y mantengo esa elección. ¿Razones? Es una foto que a mí me transmite alegría, simpatía y esperanza. Refleja bien la labor humanizadora de los misioneros y misioneras en los territorios de la pobreza. Nos enseña que un niño, para sentirse dichoso, necesita bien poca cosa: un poco de alimento y un poco de afecto. El niño congoleño "Dieu-le-veut", uno de tantos niños abandonados y cuidados con amor en un orfanato, disfruta de su plato de comida, sonríe y muestra su alegría. Tiene toda una vida por delante. Y esa sonrisa y esa actitud esperanzada serán sus mejores credenciales para recorrer su camino. Sólo por eso, Dios, si es Dios, está obligado a quererle todos los días de su vida.
Puentes: 25 años de una corriente solidaria. Kinshasa-R.D.del Congo, 2008.
Instantánea 1: Dieu-le-veut sorbe la última gota de su plato
Instantánea 2: Mira a la cocinera para que le sirva otro cacillo de comida
Instantánea 3: Se levanta del asiento y mira a la cámara
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